EL CUENTO DE LA POLITICA: DE HAMELIN A RAWSON Y DE LA PLAGA DESORBITADA AL ALINEAMIENTO TRAS EL NUEVO MINISTRO COORDINADOR. LOS SONIDOS MÁGICOS DEL TINTINEO METÁLICO Y EL ENCANTAMIENTO DE LA GOBERNABILIDAD POSIBLE

Jerónimo, el flautista de Fontana

Por Juana de Arco*

Que los cuentistas alemanes tiraron en los relatos fantásticos con forma de flautas, patitos feos y mujeres blancas como la nieve los más impensados temas vinculados al poder, las relaciones humanas y los procesos de dominación, con ese arte aniñado, diciendo pero callando, es a la luz de los tiempos, de un valor absoluto para contextuar incluso algo de todo lo que pasa hoy en Chubut. Y que sea el propio protagonista el que lo devele a través de la sugerencia comparativa, es por demás auspicioso, por demostrar conocer no solo los avatares de la cohesión germana, sino el poder indestructible que finalmente tuvo el relato de las ideas. Vaya para usted comandanter entonces, esta licencia editorial.

Había una vez…

…una pequeña ciudad al norte de Alemania, llamada Hamelin (o Rawson). Su paisaje era placentero y su belleza era exaltada por las riberas de un río ancho y profundo que surcaba por allí. Y sus habitantes se enorgullecían de vivir en un lugar tan apacible y pintoresco.
Pero… un día, la ciudad se vio atacada por una terrible plaga: ¡Hamelin estaba lleno de ratas (políticas)!
Había tantas y tantas que se atrevían a desafiar a los perros, perseguían a los gatos, sus enemigos de toda la vida; se subían a las cunas para morder a los niños (trasvasamiento generacional) allí dormidos, y hasta robaban enteros los quesos (y alimento para perros, langostinos, etc) de las despensas para luego comérselos, sin dejar una miguita. ¡Ah!, y además… Metían los hocicos en todas las comidas, husmeaban en los cucharones de los guisos que estaban preparando los cocineros, roían las ropas domingueras de la gente, practicaban agujeros en los costales de harina, se tomaban toda el agua mineral disponible y hasta pretendían trepas por las anchas faldas de las charlatanas mujeres reunidas en la plaza, ahogando las voces de las pobres asustadas con sus agudos y desafinados chillidos.
¡La vida en Hamelin (Rawson) se estaba tornando insoportable!

Arriba y abajo

…Pero llegó un día en que el pueblo se hartó de esta situación. Y todos, en masa, fueron a congregarse frente a Fontana 50.
¡Qué exaltados estaban todos! No hubo manera de calmar los ánimos de los allí reunidos.
-¡Abajo los de arriba! – gritaban por twitter, face y todo el ciberespacio los de abajo.
Los de arriba, discurrieron largas horas en el salón de los Constituyentes sobre como atacar a las alimañadas descontroladas que ponían en jaque el estatu quo. Por fin, el Uno exclamó: -¡Lo que yo daría por una buena ratonera!
Apenas se hubo extinguido el eco de la última palabra, cuando todos los reunidos oyeron algo inesperado. En la puerta y llegando de la Legislatura
entró en la sala el más extraño personaje que se puedan imaginar.
Llevaba una rara capa de ideas le cubría del cuello a los pies formada por recuadros negros, rojos y amarillos. Su portador era un hombre alto, delgado y con agudos ojos azules. El rara avis acigueñado avanzó con la simplificación del caos:
– “Perdonen, señores, que me haya atrevido a interrumpir su importante reunión, pero es que he venido a ayudarlos. Yo soy capaz, mediante un encanto secreto que poseo, de atraer hacia mi persona a todos los seres que viven bajo el sol. Lo mismo da si se arrastran sobre el suelo que si nadan en el agua, que si vuelan por el aire o corran sobre la tierra. Todos ellos me siguen, como ustedes no pueden imaginárselo. Principalmente, uso de mi poder mágico con los animales que más daño hacen en los pueblos, ya sean topos o sapos, víboras o lagartijas. Las gentes me conocen como el Flautista Mágico”, dijo el personaje de Hamelin según la historia.
En tanto lo escuchaban, los desesperados del entorno duro, que se dieron cuenta de inmediato que en torno al cuello lucía una corbata raramente ataviada, de la que pendía una flauta.
También observaron que los dedos del extraño visitante se movían inquietos, al compás de sus palabras, como si sintieran impaciencia por alcanzar y tañer el instrumento que colgaba sobre sus raras vestiduras.
– `Tengan en cuenta, sin embargo, que soy hombre pobre. Por eso cobro por mi trabajo. Hace años libré a un sindicato de la pobreza facilitando un convenio que puso millones de dólares en sus bolsillos y la suficiente luz y fuerza para pulverizar una invasión de murciélagos. Y a una ciudad petrolera le saqué una plaga de mosquitos que los mantenía a todos enloquecidos por la succión empresaria de sangre trabajadora y la combatí con sonidos de flauta, bombos y la sutil pero efectivísima danza de dragones.
“Ahora bien, si los libro de la preocupación que los molesta, ¿me darían un millar de florines?” ( o floreo suficiente para serl el bendecido en 2019?)
-“¿Un millar de florines? ¡Cincuenta millares!”- respondieron al unísono los desesperados del entorno duro y el Uno.

De un soplido

Poco después bajaba el flautista por la calle principal de Hamelin (la peatonal de una cuadra). Llevaba una fina sonrisa en sus labios, pues estaba seguro del gran poder que dormía en el alma de su mágico instrumento.
De pronto se paró. Tomó la flauta y se puso a soplarla, al mismo tiempo que guiñaba sus ojos de color azul celeste. Chispeaban como cuando se espolvorea sal sobre una llama, incendio al fin que hay que apagar, no con acuosidades evasivas sino con más fuego y juego de poder.
Arrancó tres vivísimas notas de la flauta (SI: a la inyección de parte de los bonos para gastos corrientes, FA: para que se tornen no reintegrable la guita prestada de los 32 palos del endeudamiento y DO: para las ilusiones de los mecenas legislativos del bien común sobre intereses varios, permiso al fin y al cabo para que las vírgenes y todo aquel que se ofrece al divino servicio público, tenga lo que corresponda a tiempo)
Al momento se oyó un rumor. Pareció a todas las gentes de Hamelin (Rawson) como si lo hubiese producido todo un ejército que despertase a un tiempo. Luego el murmullo se transformó en ruido y, finalmente, éste creció hasta convertirse en algo estruendoso. `Audios, no manden audios por favor´, advirtió alguien que entendió el poder transformador de las ondas del sonido.
¿Y saben lo que pasaba? Pues que de todas las casas empezaron a salir los malos bichos en Hamelin, y en Rawson.
“Salían a torrentes. Lo mismo las ratas grandes que los ratones chiquitos; igual los roedores flacuchos que los gordinflones. Padres, madres, tías y primos ratoniles, con sus tiesas colas y sus punzantes bigotes. Familias enteras de tales bichos se lanzaron en pos del flautista, sin reparar en charcos ni hoyos.
Y el flautista seguía tocando sin cesar, mientras recorría calle tras calle (municipios, dos de ChuSoTo). Y en pos iba todo el ejército ratonil danzando sin poder contenerse. Y así bailando, bailando llegaron las ratas al río, donde fueron cayendo y callando.

El inmune

La historia original dice que sólo una logró escapar a los encantos del flautista, nadando contra la corriente y pudo llegar a la otra orilla. Corriendo sin parar fue a llevar la triste nueva de lo sucedido a su tierra natal, Ratilandia (también conocida como Riquilandia, o incluso Narcolandia durante el reinado plumífero). En el cuento de los hermanos Grimm (parientes de Buby) los que huyen en principio pueden ser testigos en peligro de los procesos disciplinadores, pero también reservorio de la reconstrucción del equilibrio depredador que dicen, requiere tanto la naturaleza como la política.

Moraleja en octubre

¡Había que ver a las gentes de Hamelin (y de Rawson)! Cuando comprobaron que se habían librado de la plaga que tanto les había amenazado la gobernabilidad, echaron al vuelo las campanas de todas las iglesias y medios, como corresponde cuando hay buenas noticias, por lo menos temporales.
El Jefe, se envalentonaba dando órdenes a los vecinos: “-¡Vamos! ¡Busquen palos y ramas! ¡Hurguen en los nidos de las ratas y cierren luego las entradas! ¡Llamen a Carpintero y albañiles y procuren entre todos que no quede el menor rastro de las ratas!”
Pasó el tiempo de la asunción y del éxito del flautista, que siempre es transitorio, porque de inmediato el público le pide “otra, otra,” y habrá que ver que notas tira… y le dijo al Mandamás…
– Creo, que ha llegado el momento de darme mis mil florines como heredero y terminar mi licencia.
El Jefe lo miró hoscamente al tipo extravagante que se lo pedía, tanto como sus ejecutivos compañeros
¿Quién pensaba cumplir con el de la capa de ideas y la corbata rara?
-¿Mil florines… ?- dijo el Jefe que ya no se acordaba del trato-. ¿Por qué?
– Por haber negociado a las alimañas y alineado a los Municipios cuando estamos a días de las elecciones legislativas – respondió el flautista.
-“¿Que tú has ahogado las ratas? – exclamó con fingido asombro la primera autoridad de Hamelin (no de Rawson), haciendo un guiño a propios-.
Ten muy en cuenta que nosotros trabajamos siempre a la orilla del río, y allí hemos visto, con nuestros propios ojos, cómo se ahogaba aquella plaga solita. Y, según creo, lo que está bien muerto no vuelve a la vida. No vamos a regatearte un trago de vino para celebrar lo ocurrido y tampoco alguna chapa, pero eso de los mil florines, como te puedes figurar, lo dijimos en broma. Además, con la plaga hemos sufrido muchas pérdidas… ¡Mil florines! ¡Vamos, vamos…! Toma cincuenta florines y por ahí hablamos de floreo en 2023” Y colorín colorado, el flautista supo, como el comandante ya sabe, que el poder como la fama, es puro cuento.

*Soy Juana de Arco, amiga de Juan de la Sota, fiel del Furia, seguidora de la Sombraonline y ceniza de tantos…

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