HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

Haciendo sapitos con el alma

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

A veces nos olvidamos que tenemos una de las maravillas más espectaculares justo ahí enfrente. Podemos pasar días y hasta semanas pasándole por al lado y tal vez ni le dedicamos una mirada, haciendo carne el nefasto y antiguo adagio que declama que el árbol siempre tapa al bosque o que lo urgente siempre prioriza sobre lo importante. Ya me preguntó yo qué tamaño de árbol será ese y qué tan urgente puede ser algo que nos impide, aunque sea por unos minutos, disfrutar lo que la naturaleza nos regala todos los días justo frente a nuestras narices. Porque puede ser que las aspirinas sirvan para la circulación, el cuidado con la sal para la presión y hacer ejercicio para el cuerpo todo, pero pararse unos segundos sólo para mirar el mar estoy seguro que cauteriza el alma y nos alarga la vida.
Porque si bien cubre casi un 71 por ciento de todo el planeta y el 97 por ciento de toda el agua del mundo corresponde a agua salada marina hay millones que nunca lo conocieron y los que los conocemos, muchísimas veces no le damos bolilla.
Además los océanos esconden infinidad de curiosidades que podrían sorprender a más de uno, por ejemplo, usted, querido lector, ¿sabía que la mayor montaña del mundo no es el Everest, sino que duerme bajo las aguas del mar? Se trata del volcán Mauna Kea, en Hawaii, que mide 10.203 metros desde su base hasta la cima, aunque solo 4.213 metros emergen del mar. ¿Y que la mayor cordillera está sumergida y recorre más de 16.000 kilómetros, desde Islandia hasta la Antártida?
Aunque hay otros datos un tanto menos auspiciosos, como que se calcula que en las aguas marinas descansan, al menos, nueve reactores nucleares y cincuenta cabezas atómicas, fruto de incendios, naufragios, colisiones entre buques y otros accidentes.
Pero alejándome un poco de los discursos ecológicos, tan necesarios hoy en día, le quería hacer notar una de las mejores características de “nuestro” mar; aunque a los surfistas les pese, no tenemos olas, o casi no tenemos. Es más, muchas mañanas ese espejo salado nos tienta a escaparle a los años y buscar una piedra aplanada para desafiarnos a ver cuántos “sapitos” podremos realizar.
Y aunque usted no lo crea, y para seguir demostrando que en el mundo hay gente con muchísimo tiempo libre, unos investigadores franceses resolvieron científicamente cómo hacerlo más lejos y con más saltitos empleando una máquina lanzadora. Con empeño y bastante euros crearon un extraño chirimbolo tipo catapulta motorizada que arroja discos del aluminio en una piscina de dos metros de largo mientras una serie de cámaras de vídeo de alta velocidad registran el momento del impacto, que dura menos de una centésima de segundo.
Y así fue que Christophe Clanet y su equipo, ajustando el ángulo, la velocidad y la rotación de los discos, obtuvieron una fórmula exacta para efectuar lanzamientos perfectos. Según parece, para alcanzar el número máximo de rebotes, el ángulo entre la piedra en rotación y el agua debe ser cercano a los 20 grados. Clanet, ni lerdo ni perezoso, pero con una labia capaz de emular al mejor pregonero afirmó ufano que “éste es el ángulo mágico”.
Pero, aparte del dichoso y prestidigitador ángulo, la rotación, la velocidad y la forma del objeto lanzado también son importantes. Así es que sabemos que es más probable que una piedra rebote si le imprimimos una rotación que estabilice el objeto y evite que se hunda en el agua, lo mismo que a mayor velocidad, más probabilidad de rebotar. Bueno, nada que usted ya no supiera.
Pero, con tanta maquinola extraña no podían contentarse con verdades de perogrullo, así que dictaminaron que para que el objeto rebote y no se hunda, debe tener un mínimo de cinco centímetros de diámetro, lanzado al agua con el “ángulo mágico” de 20 grados y una velocidad mínima de 2,5 metros por segundo. Lógicamente determinaron que los discos redondos y planos son ideales porque su gran superficie mejora los resultados, aunque a decir verdad no son muy fáciles de hallar en una playa promedio, salvo, por supuesto, que hayan pasado por allí previamente algunos científicos franceses con catapultas al hombro.
Es que hacer rebotar piedras en el agua no es algo que hayamos inventado nosotros, sino que viene siendo un entretenimiento competitivo desde hace miles de años, esquivándole a los Olimpiadas por muy poco, no así a los récords mundiales, que actualmente anda en los 38 rebotes.
Así que ya sabe, si mañana está caminando por la playa y su hijo lo desafía a ver quién hace más sapitos en el mar, tome carrera, apunte bien, calcule los 20 caprichosos grados y dele rienda suelta a su infancia. Eso sí, fíjese que no haya ningún cetáceo en la trayectoria de la piedra, que una cosa es sacar a pasear al niño interior y otra muy distinta es descubrir al bestia humana que le tira piedras a las ballenas.
Nota del autor: Algunas de las explicaciones fueron extraídas del sitio web http://marenostrum.org.

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