IDA Y VUELTA

De República Cromañón, pasando por Punta Tombo y hacia Mendoza

Por Lazarillo de Tormes

Un profesor de Economía de la Universidad de Buenos Aires solía decir, a propósito de la tragedia ocurrida el 30 de diciembre de 2004, que “Argentina, en definitiva, es como una olla a presión: no hay controles, ‘si pasa, pasa’ y, cuando tiene lugar un episodio lamentable como este, el Estado se activa para recordar que tenía que hacer controles, pero nada nunca cambia, y Cromañón es una réplica del país, acaso en miniatura”.
Trece años más tarde, otro hecho que tuvo lugar en la provincia de Mendoza, arrojó un saldo menor a las 194 víctimas fatales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: unas 16 personas, en su mayoría niñas que viajaban a una competencia de bailar, resultaron muertas luego de que el micro en el que viajaban volcara y desbarrancara en la Ruta Nacional 144, provocando una tragedia que enlutó al país y reavivó, nuevamente, los cuestionamientos éticos y morales de quienes nos rodean.

Flojos de papeles

Según datos que se desprenden de la investigación, el micro pertenecía a la firma “Damián Turismo”, era conducido por el propio dueño, Damián, quien a su vez era secundado en la empresa familiar por su padre, Jorge Pinelli.
El vehículo, no solamente carecía de habilitación desde diciembre de 2016 por parte de la Comisión Nacional de Regulación de Transporte (CNRT), sino que testigos señalaron que el propio conductor fue advertido, en más de una ocasión, de que redujera la velocidad a la que viajaba por ruta.
Sumado a ello, se conoció que la habilitación que los propietarios del micro exhibían era apócrifa, es decir, había sido adulterada; en este contexto, la CNRT informó que “el micro con patente EEZ 673 no se encontraba habilitado, ya que se encontraba dado de baja desde el 12 de diciembre de 2016. Por dicha infracción, la CNRT procederá ante la Justicia”, al tiempo que el micro no pertenecía a ninguna “persona jurídica”, sino que era propiedad de la familia Pinelli, padre e hijo, quienes a su vez eran dueños de varios micros en los que ofrecían traslados para excursiones, congresos y viajes educativos.

Flojos de controles

La propia CNRT, a través de un comunicado, indicó que “desde marzo de este año, el Organismo ha implementado programas especiales de control en todo el territorio nacional; específicamente, dentro de la provincia de Mendoza, se incrementaron los controles vehiculares un 69% (11 mil controles), y se ha realizado un 60% más de fiscalizaciones en contingentes turísticos procedentes de CABA-AMBA para combatir el transporte irregular (8 mil fiscalizaciones)”.
Sin embargo, el control “que se les escapó” devino en una tragedia que marcó la vida de 16 familias, no solo por la ineficacia del organismo en garantizar que el 100 por cien de los pasajeros se encuentren resguardados y viajando en móviles que cuenten con la debida habilitación; sino, también y tal vez más importante aún, por la propia desidia demostrada por los responsables de la “empresa de turismo”, quienes, negligencia mediante, se cargaron la vida de 16 personas.
El caso, indudablemente, trae como referencia a lo ocurrido a pocos kilómetros de Punta Tombo, cuando el vehículo de una agencia de viajes volcó y provocó que un crucerista mexicano de 5 años conocido como ‘Miguelito’, que estaba acompañado por sus padres, terminara en estado casi vegetativo, producto de una “mala maniobra” de quien manejaba el automóvil.
Seguidamente, el Ministerio de Turismo de la Nación suspendió la licencia a dicha agencia, producto de la presión pública y del padre del menor, quien había señalado la “alta velocidad” a la que manejaba la guía turística de la agencia “Alora Viaggio”.

La épica de la negligencia

Las tres mencionadas tragedias comparten cierta transversalidad, acaso basada en un error, y es que, si pudo evitarse, difícilmente un hecho pueda ser calificado como una “tragedia”, definida por la Real Academia Española como una “situación o suceso luctuoso y lamentable que afecta a personas o sociedades humanas”.
Cromañón resultó ser una “tragedia” basada en la negligencia del Estado, que no realizó los controles sobre el por entonces ya cuestionado espacio donde se realizaron recitales durante largos años; el accidente de “Miguelito”, otra “tragedia” basada en la presunta negligencia de la mujer conducía el auto sobre la Ruta Provincial 75, quien, según el entonces director de Control de Agencias de Viajes de Turismo de la Nación, Ricardo Maldonado, “no estaba autorizada para manejar ese vehículo”.
Finalmente, el “trágico” siniestro en el que 16 personas perdieron la vida, producto de la negligencia de quien conducía el micro, de la falta de habilitación de la empresa que operaba el mismo y de la gran cantidad de controles realizados por el organismo de contralor, que “aumentaron un 69%” en Mendoza, pero que evidentemente no alcanzaron para evitar el incidente.
Así como afirmaba Confucio que “no son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campesino”, queda pendiente una ardua tarea para el hogar, en cuyo marco, a través de la acción o la omisión, serán los organismos encargados de ejercer los controles, los responsables de garantizar que, donde los mismos “no alcancen”, no ocurra otra “tragedia” como la recientemente ocurrida. De lo contrario, la sociedad, compuesta por millones de “semillas”, continuará desprotegida.

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