EL MAGISTRADO ENCABEZÓ UN JUICIO A UN POLICÍA POR HOMICIDIO

“Los jurados nos sorprenden día a día y juicio tras juicio”, sostuvo el juez Deane

Días atrás, un jurado popular declaró no culpable de homicidio a un policía en La Matanza, pues consideró que la acusación no había probado su autoría en el hecho más allá de toda duda razonable.
El juez Matías Deane presidió ese juicio y, tras el veredicto, conversó largamente con los jurados.
En la provincia del Chubut, el sistema de juicios por jurados parece encaminarse a ser un hecho concreto, tras largos años de gestiones por parte de distintos actores del Poder Judicial, así como también, luego de que el propio gobernador de la Provincia, Mario Das Neves, manifestara su intención de que dicho esquema sea puesto en práctica.
En diálogo con la Asociación Argentina de Juicio por Jurados, el magistrado sostuvo que “ya son varios los juicios por jurados que me tocó presidir y en todos observé lo mismo: los jurados llegan siempre a horario, son respetuosos, cumplen las instrucciones, entienden claramente cuál es su rol, su actitud es de mucha colaboración y huelga decir lo atentos que están. Los miro constantemente durante los juicios”, agregando que “toman notas y escuchan con suma atención los testimonios”.
Sobre este punto, recalcó que “está claro que tienen mucho compromiso con su función y que sienten la responsabilidad de juzgar a otra persona”.

AAJJ: ¿Quiere decir que no es la misma actitud que cuando están viendo por TV las noticias de los delitos o cuando los comentan con la familia, que cuando están en posición de ser juzgadores?

Matías Deane: – Exacto. Yo creo que ese era uno de los grandes prejuicios que había con el juicio por jurados. Muchos decían que los jurados iban a resolver vengativamente, condenando a todo el mundo. Otros decían que no se iban a comprometer. Lo que pasó es todo lo contrario y la realidad lo va desmintiendo juicio tras juicio. Lo que nos está demostrando el juicio por jurados en la provincia de Buenos Aires es que la gente lo toma con una responsabilidad y una seriedad mucho mayor que lo que uno podía imaginarse a priori. Dichos temores resultaron totalmente infundados.

P: Usted comentó que conversa con los jurados cuando el juicio termina.

MD: – Sí, es así. Yo suelo hablar con ellos al finalizar los juicios. Les pregunto cómo vieron el debate, si entendieron mis instrucciones respecto de la ley y del derecho probatorio y cómo vivieron su experiencia de ser jueces. Más que nada lo hago como forma de autocontrol; para saber si estoy siendo claro y si ellos me entienden. Por supuesto, no hablamos en absoluto del contenido de sus deliberaciones, pues rige la regla del secreto sobre ellas. Sin embargo, por las preguntas que me hacen y del intercambio en el diálogo surge con total claridad cuál fue el eje central de sus discusiones. En más de una ocasión, me vi tremendamente sorprendido por el original enfoque que habían tenido para dar por probadas o por no probadas ciertas cuestiones de hecho controvertidas. Eran líneas de pensamiento que a mi no se me habían ocurrido y después, cuando lo reflexioné, me di cuenta de lo sutil e inteligentes que habían sido. Como juez, debo decir que siento un especial aprecio y admiración por las deliberaciones que desarrollan los jurados. Nos sorprenden día a día y juicio tras juicio.

P: ¿Qué le dijeron los jurados tras este debate?

MD: – Lo que más me llamó la atención de este caso fue el comentario de una chica joven, de menos de 30 años, que me dijo: «Nos faltó información». Me impactó mucho esa frase. Le pedí más precisiones y me respondió: «Hubo cosas que la fiscalía sugirió, pero que no nos terminó de mostrar y que para todos nosotros eran necesarias para entender cómo sucedieron los hechos de manera completa». Me sentí muy gratificado, ya que mi impresión fue la misma. Los jurados demandan mucha más información de calidad que la que estábamos acostumbrados. Además, el comentario de esta chica ratifica la virtud principal del sistema de jurados: ellos son ciento por ciento dependientes del litigio público. Es decir, de las pruebas que las partes pongan frente a ellas y de cómo las presentan ante el jurado. Ese es todo el asunto. Los jurados van a dar su veredicto exclusivamente con la «información» que las partes les proporcionen durante el juicio y de ningún otro lado más. Me refiero al expediente u otras fuentes ajenas al debate.

P: ¿Coincidió usted con el veredicto de este jurado?

MD: – Sí, por supuesto. Fue un veredicto muy razonable, acorde con las pruebas del juicio. Era un caso difícil para la acusación. Recordemos que aquí hubo un fiscal, pero también un acusador privado. Pero sus pruebas no eran sólidas ni muy generosas.

P: ¿Qué mejoraría usted del sistema de jurados?

MD: – Los abogados y jueces debemos profundizar aspectos de la litigación oral, especialmente de cómo construir y presentar teorías del caso eficaces. Pero tanto o más importante es también capacitarnos en el manejo preciso de la prueba. Ninguna de estas dos cosas -teoría del caso y manejo de la evidencia- están incluidas en nuestra formación académica como abogados. No lo hemos hecho por culpa de nuestra tradición histórica, que es la de hacer los juicios por escrito. Nos cuesta muchísimo todavía cómo resolver y razonar un caso sin el «expediente». Y esto queda demasiado en evidencia en el juicio por jurados.

P: ¿De qué manera?

MD: – Le doy un ejemplo muy gráfico. En otros juicios por jurados que tuve, las partes hicieron sus alegatos de apertura y de clausura mirándome a mí y dirigiéndose a mí. Era increíble. Les tuve que decir que se dieran vuelta y le hablaran al jurado, ya que ellos eran los que iban a resolver el caso.

“No había pruebas para condenar”

Mariano Gustavo Silva, oficial de la Policía Bonaerense, resultó absuelto luego de las dos jornadas de juicio por jurados que tuvieron lugar el 26 y 27 de abril pasados en La Matanza.
La acusación, a cargo del fiscal José Luis Claudio Longobardi y de un querellante particular, se propuso demostrar que Silva, junto a su hijo y otras personas del barrio Villegas de Ciudad Evita, planearon asesinar a Fernando Leguizamón, en represalia por haberle dado una paliza y acuchillado al nieto de la esposa del policía. Solicitó la condena por homicidio agravado por el concurso premeditado de dos o más personas.
Los testimonios para probar esa teoría del caso resultaron insuficientes.
Miguel Ángel Racanelli, abogado particular de Silva, solicitó un veredicto de no culpable. Sostuvo que Silva no fue el autor del hecho y produjo pruebas que demostraron que no salió de casa sino hasta después de los disparos que acabaron con la vida de Fernando Leguizamón. Consideró probado que Silva salió de su casa nada más que para auxiliar al nieto de su mujer.
La defensa sacó a la luz lo que la acusación evitó mencionar: que este muchacho había recibido previamente tres puñaladas de parte de Leguizamón.
Frente a este cuadro probatorio, el jurado rindió un veredicto de no culpable.
Hasta el propio fiscal Longobardi, uno de los que más litigó con jurados en la provincia, expresó a la A.A.J.J. que no le resultaba sorpresivo el veredicto: “la prueba permitía nada más que ir a todo o nada por el homicidio agravado, pero el jurado tomó la decisión que le resultó adecuada”.
El abogado defensor Racanelli comentó que “al principio estaba en contra del juicio por jurados, pero ya no más. Ahora estoy completamente a favor. Yo creía que la falta de conocimiento jurídico afectaba en la capacidad de decisión del jurado. Me doy cuenta que eso era un prejuicio de mi parte. Ahora puedo ver que el jurado es sumamente razonable, inteligente y que posee un gran sentido común y de equidad. Yo una vez perdí un caso ante un jurado, pero debo reconocer que su veredicto en ese juicio fue correcto. En este ahora me tocó ganar. Pero, más allá de eso, a todos nos quedó la certeza de que era la solución justa que correspondía.”

Fuente: Asociación Argentina de Juicio por Jurados

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