Página de cuento 656

Caminata binaria – Parte 1

Por Carlos Alberto Nacher
cnacher1@hotmail.com

De noche me gusta salir a caminar por las veredas.
Pero no llevando adelante una caminata indeterminada y sin planificar, sino siguiendo un plan preciso que consiste en lo siguiente:
Comienzo el recorrido en una esquina céntrica cualquiera, digamos en Zar y 28 de Julio, en la plaza, en el extremo opuesto a la municipalidad, mirando para la vereda de enfrente. Desde allí, puede ser que vaya para la izquierda, cruzando la Zar y yendo por 28 de Julio hasta San Martín, donde está Shangai, un restaurante chino más que recomendable, o bien que vaya a la derecha y así llegue por la plaza a la parada de taxis del centro. Tomar uno u otro recorrido depende pura y exclusivamente del azar, ya que al arrancar arrojo una moneda al aire. Si cuando cae sale «cara», voy a la izquierda; si sale «seca», a la derecha. Luego, parado en la esquina siguiente, nuevamente tiro la moneda, respetando el giro a izquierda o derecha, según sea cara o seca. Este método presenta algunas restricciones: nunca voy a poder hacer dos cuadras seguidas por la misma calle, a pesar de que lo que vea unos metros adelante me resulte interesante, y nunca voy a poder retroceder en mis pasos recientes. Por ejemplo, el camino más corto para llegar a un punto que está, digamos a cuatro cuadras en línea recta del origen, será de 8 cuadras; eso si salen cara, seca, seca, cara, cara, seca, seca, cara, o todo lo contrario. También la posibilidad de retornar al punto de partida es del 12.5 por ciento al comenzar y luego se va haciendo cada vez menor, a medida que me voy alejando del origen. Tomando en cuenta esto último, es una linda forma de andar por cuadras nuevas siempre, ya que la probabilidad de retorno, cuando más se extiende el recorrido, es aún más remota. No hay vuelta atrás en esta caminata binaria, y si uno determina una esquina de llegada, es preciso tener mucha suerte para lograr el objetivo. Por ejemplo, pensar «me voy a tomar un café a Barbarians» estando a dos cuadras, en la esquina de 28 de Julio y Sarmiento, en estas condiciones puede demandar varias horas, días y quizá uno nunca llegue en toda la vida, a menos que de entrada salga, por ejemplo, cara, seca, seca, cara o lo contrario. Si no se da esta sucesión en el comienzo, mejor llevar el termo y algunas provisiones porque el camino puede ser largo.
A pesar de que solamente hay dos caminos a seguir en cada punto de detención, la variación del recorrido aumenta en potencia de dos en cada esquina, vale decir que se pueden experimentar distintas rutas, infinitas rutas y así transformar una ciudad de 50.000 habitantes en un mundo gigante de infinitas posibilidades. Gracias a este método simple de caminar, he podido conocer y observar lugares de la ciudad que se me podrían haber pasado tranquilamente si adoptara la insensata manera de caminar derecho. En los últimos meses la Providencia me llevó a pasar por la puerta del cine en varias oportunidades, lo cual me permitió observar las carteleras de películas nuevas que estuvieron dando, y en épocas de verano varios espectáculos de muy buen nivel traídos de Buenos Aires. Éste es uno de los puntos de inflexión que establezco en las mitades de cuadra; son sólo unos pocos para no complicar la booleana metodología de andar así, pero en este caso, parado en la puerta del cine, vuelvo a arrojar la moneda: si sale cara entro, sino no. Ésta es otra forma muy buena de ir al cine sin preocuparse por si la película es buena o mala, ya que esto no es lo que determina el ingreso, aunque durante un tiempo anduve con bastante mala suerte y tuve que entrar a ver «Las aventuras de Pantriste» cuatro veces (cada vez que daban Pantriste salía cara) y me perdí «Gladiador», que me dijeron que estaba muy buen. Pero no podía eludir mis principios de caminante binario. Sin embargo, esto también tiene su lado bueno. Sin ir más lejos la otra noche me tomé seis cervezas en la Oveja Negra (otro punto de inflexión de mitad de cuadra). En la primera tirada salió cara y entré, en la segunda también, las tercera, cuarta, quinta y sexta no recuerdo bien qué salió, ni tampoco veía bien a la moneda, pero cada vez que caía yo estaba seguro de que era cara. Luego, tuve que dar por terminada la caminata del día, ya que, saliera lo que saliera, la pata izquierda se me iba para un lado, la derecha para el otro y el resto de mis partes corpóreas andaban flotando por otros lugares.
A veces nos juntamos dos o más amigos, cada uno en una esquina, a una distancia de una cuadra, y salimos todos al mismo tiempo. Es interesante, luego de un tiempo, ver las reacciones de dos personas conocidas que se encuentran en la calle sólo por azar. Es la misma sensación de sorpresa y emoción que causa encontrarse en otro país con un vecino de la ciudad de uno al que nunca lo hubiéramos saludado, si no es que lo encontramos de casualidad a 7.000 Km de distancia.

Continuará…

ÚLTIMAS NOTICIAS