EL OFICIALISMO SUPERA EL MALEFICIO DE LOS INTERRUPCIONES INSTITUCIONALES EXTERNAS, PERO TEME AL DEJA VÚ DE LA CONSPIRACIÓN INTERNA. LAS ASPIRACIONES RADICALES QUE PUEDEN IMPLOSIONAR “CAMBIEMOS”

Con alianza, pero no casados

Habla del maleficio de las interrupciones democráticas y de récord triste de fascismo social, y mucho no le erra. El columnista Horacio Alonso tildo la fecha en el almanaque del oficialismo con una carita feliz al destacar que Macri logró superar ayer el récord en poder de Yrigoyen y Alvear. “Los presidentes radicales habían gobernado, sin ningún tipo de interrupción, 5.077 días. El mismo lapso entre la asunción de Néstor Kirchner y la actualidad. Ayer Mauricio Macri pasó a la historia en el conteo. Amado por unos, repudiado por otros, se convierte, de todas formas, en el presidente al que le tocó, por los caprichos del destino, superar el récord de mayor estabilidad institucional del país quebrando un maleficio de 87 años. Hay que remontarse al segundo mandato de Hipólito Yrigoyen, cuando fue derrocado por el golpe de José Félix Uriburu, para encontrar un período similar en el que la sucesión de gobiernos elegidos por el voto popular se concretó sin ninguna interrupción y dentro de los plazos previstos por la Constitución nacional. El lapso que va desde la asunción del caudillo radical, el 12 de octubre de 1916, hasta su caída, el 6 de septiembre del 30 (que incluye el mandato de su correligionario, Marcelo T. de Alvear), equivale a 5.077 días. La misma cantidad desde la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia, el 25 de mayo del 2003, hasta ayer. Tan sólo 13 años, 2 meses y 22 días.
Ese es el tiempo de mayor tolerancia a las normas republicanas que se permitió el país hasta hoy. Un dato tal vez menor, en medio de tantas urgencias de la actualidad, pero que muestra la difícil relación de los argentinos con su Carta Magna”, dice.

Rarezas criollas

Hace dos meses, Ámbito Financiero publicó una nota anticipando esta particularidad histórica que, en ese momento, parecía pertenecer a otra sociedad ya que el clima político no correspondía con su inestable pasado. Macri gozaba de buena imagen y su gestión era criticada dentro de un marco de normalidad. Cuatro días después de ese artículo, José Luis Gioja, presidente del Partido Justicialista -no de una fuerza menor-, firmaba junto a un grupo de legisladores un pedido de juicio político al primer mandatario. Terminaba febrero y se iniciaba un mes aciago para el Gobierno en el que sintió estremecer, por primera vez, su estructura de poder.
La CGT decidió la fecha de su primer paro general; el titular de ATE Capital, Pablo Micheli, prometió luchar hasta que «caiga el modelo» y, en la sensible fecha del 24 de marzo, una multitud pidió a gritos «que se vayan» en una Plaza de Mayo en la que el merchandising más ofrecido era un simbólico helicóptero que todavía se mantiene en vigencia como simbolismo de la imagen negativa que genera la gestión.

La yuta les cayó a todos por igual

“Responsabilizar a una única fuerza por el infortunio ajeno puede sonar antojadizo. La inestabilidad democrática no conoció de partidos ya que ni el mismo Juan Domingo Perón pudo evitar la intolerancia política. Arturo Frondizi, Arturo Illia y Raúl Alfonsín debieron dejar el sillón de Rivadavia antes de lo previsto. El problema, parece estar, en los argentinos”, afirma Alonso.
El período de las dos presidencias de Carlos Menem y el fugaz gobierno de Fernando De la Rúa es la otra etapa de mayor duración. Es cierto que en el siglo XIX hubo etapas de estabilidad pero es una época discutible. Sufragaba una baja proporción de la población, el voto cantado era una práctica habitual, lo mismo que el fraude. Recién con la Ley Sáenz Peña de 1912 trajo algo de normalidad. Se impuso el voto obligatorio, secreto y universal pero también es cuestionable porque no incluía a las mujeres, algo que hubo que esperar hasta la llegada del peronismo.

Cuidado con el desbanque interno

Pero mientras muchos repudian las teorías conspirativas y las endilgas siempre afuera de la estructura del poder oficial, a veces, la bomba está bajo la mesa, y la sospecha comienza a rondar a los propios, y no tan extraños.
Y de hecho por estos días se habla de un revival del pos-alfonsinismo en las huestes de la alianza gobernante. Relata Ezequiel Rudman “De un lado, y con la lapicera del Comité UCR de la Capital Federal garabateando el nombre de Martín Lousteau, está Enrique «Coti» Nosiglia. Del otro lado, con los radicales inorgánicos que blindan a Horacio Rodríguez Larreta, asoman Jesús Rodríguez y Facundo Suárez Lastra. El revival ochentoso del radicalismo se hará carne esta semana, cuando un pelotón de dirigentes del centenario partido se despegue de la conducción formal de la UCR porteña para apoyar el armado de una lista que incluya candidatos del radicalismo pero sin Lousteau”.
A través de una carta sin firma, `Radicales en Cambiemos´ convocó a un acto para hoy en Rodríguez Peña 361, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Se trata de los radicales con cargo en el Gobierno nacional. Rodríguez, exministro de Economía en 1989, ocupa una silla en la Auditoría General de la Nación. Suárez Lastra, exalcalde porteño, responde al Ministerio del Interior de Rogelio Frigerio con rango de subsecretario de Estado a cargo de políticas interjurisdiccionales en el área metropolitana. Detrás de ellos sobrevuela la figura de Ernesto Sanz, el civil sin cargo electivo, político ni partidario que cada semana se sienta al lado de Mauricio Macri.
Estos radicales inorgánicos saldrán a resistir el desembarco de Lousteau en Capital Federal con el objetivo de desangrar a la conducción partidaria oficial a cargo de Emiliano Yacobitti con el sponsoreo de Juan Nosiglia hijo. Su objetivo es de mínima. Dotar de músculo radical al armado político de Rodríguez Larreta de cara a las legislativas con tal de acceder a un cupo en las listas locales y nacionales. Este grupo, donde también aparece Fernando Blanco Muiño, calcula que Elisa Carrió será quien encabece la boleta del oficialismo porteño y aspiran a reservarse lugares antes de que la boleta resulte copada por nombres del PRO y la Coalición Cívica.
Del otro lado, en la orgánica del Comité UCR de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se preparan para resistir. Y están dispuestos incluso a judicializar el sello Cambiemos en el corazón del poder macrista, la Capital Federal. «Si no acceden a que la UCR integre Cambiemos con Lousteau, que se despidan del sello», advirtieron cerca de Yacobitti. El chispazo replicó en Chaco, donde Ángel Rozas se mostró iracundo por armados políticos inconsultos de la Casa Rosada.
Prescindente se mantiene Daniel Angelici. No juega para Lousteau por su lealtad a Macri. Pero tampoco auspicia a los radicales inorgánicos que se reunirán hoy con el objetivo de acomodarse en una papeleta que presuntamente encabezará Carrió, aunque lo siga negando.
El exembajador argentino en Estados Unidos regresará al país la semana próxima. Municipalizará su campaña y no hará política más allá de la General Paz. Sus allegados juran que su armado no tendrá espejos ni en la provincia de Buenos Aires ni en ningún otro distrito donde haya elecciones legislativas. Es decir, por ahora, no habrá confluencia con Sergio Massa ni con Florencio Randazzo. Una vez más, los radicales buscan un imán electoral fuera del partido. Roberto Lavagna fue candidato presidencial de la UCR en 2007, Francisco de Narváez se erigió como postulante a gobernador radical en 2011 colgado de la aventura presidencial de Ricardo Alfonsín; y Macri, en 2015, coronó la política importadora de figuras del radicalismo. En 2017, el Comité se atará a Lousteau, de pasado peronista con Felipe Solá y Cristina de Kirchner pero sin rastros en la UCR.
«Lousteau es nuestra Vidal. Nosotros también queremos demostrar que tenemos un candidato con votos y queremos explotarlo», es el ruego sordo del radicalismo orgánico en la CABA.
El exembajador tampoco tenía demasiadas opciones para plantarse como referencia política y disputar el Ejecutivo porteño en 2018. El problema fue la instrumentación de su renuncia. Algo similar a lo que le ocurrió con la Resolución 125 durante el Gobierno de Cristina de Kirchner. Esta vez, la desprolijidad fue política y llegó a un punto de no retorno con el Presidente. Habrá que ver…
Fuente: Ambito Financiero, NA.

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