¿APRENDEREMOS ALGÚN DÍA A MODERAR EL ÉXTASIS COLECTIVO?

Hijos de la tragedia

Lazarillo de Tormes

Sin lugar a dudas, el caótico recital de “El Indio” Solari supo ser tapa de los principales medios de comunicación, donde la opinión pública se dividió, tristemente, en aquellos que bregaban por responsabilizar al cantante por la tragedia que culminó con dos muertos, o bien si la falta de actuaciones y controles se debieron, precisamente, al casi nulo accionar municipal por parte de las autoridades de la localidad de Olavarría.
Allí, el pasado 11 de marzo, se esperaban unas 170 mil personas, en virtud de las entradas vendidas por parte de la productora cuyos propietarios se encuentran imputados; a 800 pesos cada “corte”, la cifra resultó abismal, incluso para los mortales que, superada cierta cifra, más o menos ceros dan lo mismo.
Aproximadamente, más de 130 millones de pesos, es decir, unos 8.300.000 dólares habría sido la ganancia neta por la cantidad de asistentes al breve espectáculo, sin mencionar la “casi” misma cifra que cayó en el predio de La Colmena “sin invitación” y que habría provocado tal hecatombe, la cual, una vez más en la historia argentina de los fallidos espectáculos musicales, arrojó un trágico saldo de dos muertos, decenas de heridos y algunas personas con cuyo paradero se intentaba dar hasta hace pocas horas.

Burlando entró en escena

Dicen que el Gobierno Nacional y el bonaerense “le soltaron la mano” a Ezequiel Galli, Jefe Municipal de Olavarría, habida cuenta de que tanto el ministro de Seguridad de Buenos Aires, Cristian Ritondo, como así también las líneas medias de Nación, no se esforzaron por desligar al Municipio en cuestión de sus responsabilidades. “No le tengo miedo a una destitución”, afirmó el intendente en pugna, en relación a una inminente interpelación por parte del Concejo Deliberante de dicha ciudad, donde tan solo un 20 por ciento de los ediles responden al frente Cambiemos, identificado con la administración municipal.
Por otra parte, el mediático abogado Fernando Burlando pidió la detención tanto de Galli como así también de “El Indio” Solari, además de Marcos y Matías Peuscovich, dueños de la productora “En Vivo”, acusándolos de “brutales asesinos”.

El perfume de la tempestad

En la denominada “mística ricotera”, mejor entendida por quienes siguen al artista desde sus tiempos en Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, ocurre un fenómeno muchas veces vivenciado por el colectivo social, que tiene que ver con la “santificación” del héroe popular, aquél que, a través de su música y su lírica, ha sabido acompañar a millones de “fieles” en determinados momentos de sus vidas, tanto en lo artístico como, por qué no, así también en lo emocional.
De este modo, así como también ocurrió con la tragedia de República Cromañón, donde los fans de Callejeros desligaron de toda responsabilidad a los miembros de la banda, algo con lo que la Justicia en último término no comulgó, la defensa del “héroe” por parte de su ejército resulta evidente por estos días, al tiempo que los “fieles” cierran filas en defensa de la virtud artística, algo que nadie discute.

Pajaritos, bravos muchachitos

Sin embargo, discutir si el líder de una banda “incitó” a tirar bengalas, si bien no es equivocado, se equipara a debatir si el responsable artístico de un espectáculo es responsable de la posterior tragedia, acaso un modo fácil de hacer la vista gorda respecto de las responsabilidades que, verdaderamente, recaen en el Estado Municipal, provincial o incluso, nacional.
En tiempos donde “las papas queman”, muchas autoridades, en este caso la del propio intendente, intentan correr el eje de la discusión, y el caso de Olavarría no es ajeno a ello: Galli reconoció que hubo más del doble del público permitido, pero apuntó como responsables a los productores del show, esquivando de este modo la obligación, siendo funcionario público, de responder por una tragedia ocurrida en el propio municipio que administra.

Sin tesoro para los inocentes

“República Cromañón es una réplica de Argentina”, solía decir un profesor, agregando que “muchos lugares son una olla a presión y, cuando esa olla se destapa, ocurre una tragedia, nos concientizamos un poco, buscamos responsables, encontramos culpables y, en último término, todo vuelve a seguir sin que existieran mayores cambios”.
Así como tuvo que ocurrir la tragedia de Once, con un saldo de 56 muertos, para que el entonces Estado Nacional se percatara de la desinversión en materia vial que durante años mantuvo a los bonaerenses viajando como ganado, la tragedia de Cromañón obligó a las autoridades a “prestar más atención” respecto de la cantidad de público permitido en determinados locales de CABA, algo que, al día de hoy, ha dejado de ponderarse porque, tristemente, “ya no es noticia”.
En el caso del fallido recital de “El Indio” Solari, seguramente la Justicia encuentre responsables y, también, seguramente muchos de los “fieles” que, pese a no haber adquirido la entrada, concurrieron a colmar el predio, también tengan una parte de la responsabilidad en la tragedia.
Lo cierto es que, en Argentina, un leit motiv cultural obliga a ejercer el egoísmo y pensarse, desde la propia realidad, por sobre los derechos de los demás, algo que lamentablemente, ha provocado que pasemos de ser “hijos del rigor” a ser “hijos de la tragedia”.

ÚLTIMAS NOTICIAS