UNA COLUMNA DE MIÉRCOLES

Las cosas que no termino de entender

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

Uno va a la escuela, se come una punta de años pasando de la primaria a la secundaria, si tiene suerte también podrá meterse en la facultad, se clava otra bocanada de tiempo entre libros, apuntes y resúmenes, odiará a algunos profesores, aprenderá de la vida y del sexo, se recibirá o no, y seguirá aprendiendo en la calle, en la casa y hasta mirando televisión. Pero siempre, siempre pero siempre, hay cosas que nadie nos enseña ni nadie nos brinda la respuesta adecuada.
Por ejemplo, ¿de dónde miércoles salen las moscas? Porque en casa tenemos ese tejido de alambre en todas las malditas ventanas y en la puerta una cosa extraña de red de tela que se pega con imanes cuando uno pasa. Además, ando munido casi constantemente en temporada estival de un matamosca azul, de esos que tienen como la forma de una manito, porque deben tener así mayor aerodinamia. Va promediando noviembre y yo me aprovisiono de unos cuantos de estos adminículos, porque serán muy antropomórficos, pero en mis manos tienen caducidad asegurada. Y una vez que arranca diciembre, hasta marzo no camino sin tener uno cerca. Y así ando, a los manotazos y papirotazos contra mosca que se me cruce, que como imaginarán, con tanto esterillado y estaqueado, no son de una cantidad considerable. Pero, como las brujas, que las hay, las hay. ¿Y de dónde belines salen me pregunto yo, si vivo matándolas cada minuto de mi vida? Me he recibido de maestro zen plaguicida de dípteros, con récords no acreditados pero reales a nivel internacional, pero cada mañana hay dos o tres rompiéndome soberanamente las tarlipes. ¿De dónde? Yo me pregunto ¿De dónde salen? ¿Tendrán generación espontánea? ¿Habrán descubierto la traslación espacial o temporal? ¿Serán la prueba viviente de la existencia de los reptilianos?
La verdad que ni idea, nadie me lo supo explicar tampoco. Como por ejemplo cómo funciona una wi fi. No, sí, lo de poner el bendito router, que venga ese señor que le enchufa el cable a una antena o un teléfono y yo, en mi celular tengo internet, eso sí lo entiendo, tampoco es que sea un neardenthal. Pero de repente se corta, obviamente cuando no está ese señor ya en casa, o baja casi a cero la velocidad, y después vuelve, a veces reiniciando el aparato, a veces no, por mero capricho. Y no está lloviendo ni hay viento. No lo entiendo.
Y si me preguntás por qué de repente se queda fijo el cursor mientras escribo esto, tampoco sabré decirte, nadie sabrá decirme, porque los enanitos que tiene adentro mi computadora de repente se desmayaron, se empezaron a cagar a palos entre ellos, se fueron a fumar un faso al patio o directamente se pusieron a mirarme detrás de la pantalla para ver qué hago cuando mi computadora deja de funcionar de golpe, sin aviso ni concierto. Y a los segundos, minutos, todo vuelve a la normalidad, como si nunca nada hubiera pasado. ¿Y a quien le voy a preguntar después, si ya todo anda perfecto?
Hay días que odio este mundo, entonces me descargo con las moscas.

ÚLTIMAS NOTICIAS