Página de cuento 640

Verano 2

Por Carlos Alberto Nacher
Cnacher1@hotmail.com

Es en esta tierra, donde convive el alejamiento, la distancia de las cosas modernas y a la vez el inexplicable cable telefónico y el más inexplicable aún satélite nos conecta en un segundo con el resto del mundo, donde todavía pasa alguna que otra carreta retrasada, es decir, sacada del tiempo, por uno de esos caminos flacos llamados huellas con pastos altos al medio, que acarician los chasis. En esta tierra, sin embargo, todos los caminos conducen a algo.
En esta tierra, que comparte una línea garabateada con el final del mar, otro camino interminable e incierto, solamente apenas delineado por manos humanas y marinas sobre un mapa arbitrario. En esta tierra, a la larga, todos los barcos atracan.
Para aquellos que oyen música al mirar un cuadro y que ven colores al escuchar una canción, es la playa… que se puebla de pescadores al atardecer, la arboleda del camping del ACA, hojas y paz. El tiempo pasa más despacio cerca del muelle viejo, y se acelera a todo lo que da a tres cuadras, donde todas las mañanas bailan trajes impecables y labios muy pintados.
Y se hace un poco más lento hacia el oeste, hacia el norte, donde barrios quietos son despertados por los ladridos de los perros que saludan al camión de basura.
Y se detiene por completo en el arca lleno de papeles, sumergido a varios metros de profundidad.
Quién pudiera ser como aquel hombre feliz, que camina por la playa crepuscular y que se siente dueño de todo lo que ve y a la vez no tiene nada. O como el repartidor de diarios, que acelera su Citroen cargado de papeles del día, rodeado casi siempre de mar, saludos y perros que lo corren al costado.
Quién pudiera dormir tan tranquilo como el arca hundido y despertarse cien años después, para comprobar que por suerte las bardas siguen allí, estáticas y levemente diferentes, a pesar de que ellas también duermen el largo sueño de los siglos.
Pasan los días y las noches, los turistas y las ballenas, las risas y los lamentos, y la luna siempre vuelve a inspirar pintores, y la noche a colgar estrellas del cielo.
El mar (el plano más perfecto que da la naturaleza sobre la Tierra) no necesita de perspectivas para ser pintado hoy: solamente un plano azul bajo una línea recta que delimita al otro plano celeste del cielo. Debajo, una multitud tediosamente naranja permanece formando pequeños manchones estáticos sobre la irregularidad marrón amarilla de la arena. Debajo, brillos metálicos de carrocerías de automóviles estacionados y, mucho más cerca, fugaces bicicletas son apenas pensadas por el ojo. En primer plano y a la izquierda, dos turistas gordas de cachetes brillantes y caderas amacetadas se cocinan a fuego lento en la cazuela de arena.
Impresión auditiva:
Al fondo: el silencio sordo del pequeño oleaje del golfo; luego, gritos de varias gaviotas que conviven con los bañistas sin acercarse demasiado. Bullicio propio del verano caliente en la playa, voces alegres o aburridas. Más cerca vibran motores y una octava más arriba ataca el cantito «churros» de un vendedor ambulante.
Impresión olfativa:
Aire fresco trae la brisa de la orilla, con olor a agua salada y a arena húmeda. Más cerca, pochoclo y churros fritos, en primer plano, nafta y la suave fragancia del bronceador de las turistas.
Impresión sensitiva:
Tranquilidad, quietud, ansiedad, calor, sed.”

Continuará…

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