POSTVERDAD, DEL MITO A LOS HECHOS, Y DE ESTOS A UNA REALIDAD POSIBLEMENTE ILUSORIA

El arte de la mentira o de la verdad a medias

Por Lazarillo de Tormes

Días atrás, durante una conferencia de prensa brindada por referentes del CCT Cenpat-Conicet, el titular del Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas, Rolando González José, hizo referencia a un fenómeno denominado “postverdad”. Ello, en el marco de la disputa mantenida por organizaciones mapuches como la RAM y el Gobierno Provincial, quienes reclamaban como propios los terrenos denominados “ancestrales” que fueran adquiridos por el empresario Benetton.
Amén de la discusión, las versiones que daban cuenta de que “los mapuches son, en verdad, de origen chileno” fueron catalogadas por el investigador como parte del fenómeno de la “postverdad”, definido como un mecanismo que busca transformar la opinión pública en un conjunto de mentiras donde, finalmente, los ciudadanos no saben a qué información aferrarse.

Verdades fundadas

El análisis de dicha expresión, que podría ser considerada como un paradigma de nuestros días, tiene sus ecos, sin duda, en el plano internacional; existen versiones que dan cuenta de que Hillary Clinton habría fundado el Estado Islámico junto a Barack Obama, que este último habría falsificado su partida de nacimiento y que, en realidad, no es norteamericano; que el golpe de Estado en Turquía fue organizado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y tantos otros “hechos” que caen bajo la denominación de “postverdad”, principalmente impulsados y difundidos a través de las redes sociales, donde muchas veces, la jerarquía, validez y veracidad de la información no es debidamente chequeada por quienes comparten noticias, sin leer poco más que el título y algún que otro epígrafe.
Antes del estallido de las redes sociales y su injerencia e influencia en el periodismo, varias “postverdades” ya formaban parte de la política internacional, como por ejemplo la creencia de Iraq poseía armas químicas, algo que justificó la invasión estadounidense en Medio Oriente, o bien que el propio Saddam Hussein poseía un arsenal de armas de destrucción masiva.

Virales

De este modo, la viralización de la información a través de las nuevas plataformas tecnológicas ha sabido conseguir que, en la actualidad, un rumor no se diferencie de un hecho concreto o bien una noticia, y que el mismo pase a convertirse en esta última, bajo el criterio de difusión masiva sin que muchos se pregunten, realmente, si tal o cual cosa realmente tuvo lugar en algún lugar del mundo.
Aquellas “mentiras”, convertidas en “verdades”, resultan ser el caldo de cultivo de mecanismos desestabilizadores o difamatorios, donde sin demasiado esfuerzo, los propios internautas suelen aportar su granito de arena para que un hecho ficticio pase a convertirse en una “postverdad”.

La palabra del año

A fines de 2016, el Diccionario Oxford, que señala cuáles fueron las palabras más utilizadas en el idioma inglés durante el año, eligió a la “postverdad” (“post-truth”) como la Palabra del Año, y si bien hace casi una década que dicho concepto forma parte del análisis en cuanto a su influencia en la información pública, durante los últimos meses, la consecuencia de su utilización ha generado, concretamente, un halo de desinformación con fuerte impacto en hechos internacionales, como el famoso-infame “Brexit” en el Reino Unido, o bien la masiva cantidad de noticias falsas sobre Hillary Clinton que, según analistas, habría “torcido el voto” de los estadounidenses durante la campaña; semanas después de la elección en favor de Trump, se comprobó que “hackers” rusos habrían colaborado en la difusión de postverdades a través de las redes sociales, algo que también dio origen a una nueva postverdad, basada en que el flamante presidente de los Estados Unidos mantendría estrechos lazos con su par ruso, Vladimir Putin.
En el ámbito lingüístico, la palabra “post-verdad”, según Oxford, pasó de ocupar un lugar menor en el uso cotidiano a formar parte de los comentarios y debates políticos, incluso siendo tapa de importantes diarios, como The Economist, en cuya portada de septiembre de 2016 se tituló “Política Post-Verdad: el arte de la mentira”, a propósito de la campaña de Donald Trump para llegar a la presidencia.

“Compartir en mi muro”

En este contexto, fenómenos como el de la postverdad obligan a una mayor responsabilidad al momento de comunicar los hechos y compartir información, no sólo a quienes pertenecen al universo de los medios periodísticos y de comunicación, sino también a quienes se encuentran por fuera de dicho ámbito, en un mundo donde la sobreinformación, muchas veces, desinforma más de lo que ayuda y convierte al propio comunicador, mayormente en el papel de ciudadano, en víctima de aquellas postales de una realidad que sólo existe sobre una pantalla.
Una realidad ilusoria, que rememora a la metáfora de la Alegoría de la Caverna de Platón, aunque en este caso, la premisa no fuera conocer el mundo por fuera de las sombras, sino permanecer en la caverna… iluminada por el brillo del monitor.

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