UNA COLUMNA DE MIÉRCOLES

Habría que preguntarle a Lili

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

Hoy soñé con el señor Spats. Específicamente soñé con los epitafios en honor al señor Spats. Porque el señor Spats, evidentemente, murió hace un tiempo y era muy querido.
Haciendo algún esfuerzo recuerdo algunas de las frases recordatorias: “Aquí yace el señor Spats, nunca lo olvidaremos”. O “Señor Spats, ha tocado nuestras vidas como nadie lo había hecho antes”. O también, “Siempre en nuestra memoria, señor Spats, quien diera alegría a nuestros días”.
Lo que no tengo muy en claro es dónde estaban esos epitafios, porque no recuerdo nada de lápidas ni monumentos mortuorios, tampoco páginas de diarios ni avisos fúnebres. Es más como imágenes de las caras de las personas diciéndolos en voz alta, o como en todo sueño, con esas voces extraterrenas y omniscientes.
El tema es que me desperté pensando en el señor Spats y la verdad es que no sé si es la primera vez que me pasa, si es el primer día en que amanezco recordando al señor Spats. Todos tenemos esos sueños recurrentes donde caemos o volamos, pero no hablo de ese tipo de viajes oníricos genéricos, como un tránsito en colectivo urbano, sino de los sueño tipo limusina, pasaje vip, vuelos en primera, esos sueños recurrentes pero con esos detalles que los hacen especiales, los que vienen cada tanto con sus particularidades únicas de colores, aromas y paredes. Pero lo del señor Spats no es el caso. Estaría casi seguro que es la primera vez que sueño con el señor Spats.
Me sirvo el desayuno, camino por la sala con la taza de café humeante, miro por la ventana la nieve que se acumula lentamente sobre el alfeizar, lamento que en unos minutos tendré que salir a ese frío mientras ahora zapateo suavemente con mis pantuflas de lana sobre la madera cálida. Me apoyo contra el muro sur de la casa y retomo el enigma que me ha planteado la noche.
Podría preguntarle a Lili sobre el señor Spats, tal vez ella pueda sonsacar algo de todo esto y darme alguna pista sobre el tema. Ella conoce a muchísima gente, no como yo, huraño, casi asceta, ella es sonrisas donde yo soy silencios, palabras donde yo, miradas.
Seguramente Lili sabrá darme detalles sobre el señor Spats, pero para eso tendré que esperar hasta la noche, cuando vuelva del pueblo; mientras tanto deberé seguir dándole vueltas como un potro atado a un cabo, girando en círculos, haciendo un surco, recordando al señor Spats.
Me detengo en seco, no sólo es la primera vez que sueño con el señor Spats, es la primera vez que escucho su nombre, en mi vida había sabido nada, nunca, del tan mentado señor Spats. Dejo la taza en la pileta, decido lavarla más tarde, a la vuelta, a veces dilato innecesariamente estas pequeñas tareas mundanas, sé que demuestra cierta pereza, pero no puedo evitarlo. Retomo el pensamiento, ¿de dónde salió el señor Spats? ¿Por qué se me ha presentado en mis sueños? Divago un poco más antes de subir a vestirme. Ahora me doy cuenta de algo, ¿será real el señor Spats? Me digo que es poco probable, Lili se reiría de mí si le pregunto, de hecho ahora mismo dudo si el señor Spats es una persona, definitivamente no es una persona. ¿Por qué debería serlo? ¿Y si es un gato?

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