Adam Savage, cazador de mitos y un personaje clave en la divulgación científica

Desde 1985 los premios Darwin otorgan un homenaje póstumo a aquellos seres humanos que, por su ineptitud, cortan de raíz la posibilidad de transmitir sus genes a las futuras generaciones. O, dicho de una forma más directa, dan un galardón a los que mueren de forma estúpida. Entre los premiados -a pesar de lo luctuoso de las situaciones- hay ejemplos de una jocosidad extrema, como el cámara de televisión que se tiró de un helicóptero para grabar una acrobacia en paracaídas… sin ponerse paracaídas, o el del vendedor que falleció después de estamparse contra una ventana para demostrar que el cristal era irrompible. Durante 14 años Adam Savage y Jamie Hyneman han opositado al premio Darwin colocándose en las situaciones más comprometidas que puedan imaginarse. Juntos han hecho explotar un camión de cemento, conducido una motocicleta sobre el agua, colocado cohetes en un coche y puesto ratones en el camino de elefantes para demostrar si es cierto o no que les tienen miedo. Y juntos también han grabado 282 episodios de uno de los programas de televisión más populares en todo el mundo: Los cazadores de mitos.





Mezcla de show televisivo y ejercicio de ciencia escolar a lo bestia, el programa -que emitió su episodio final en marzo de este año- consistía en probar la veracidad o falsedad de distintas leyendas urbanas aplicando el método científico. Si la prueba incluía explosiones, choques, incendios o carreras, mejor. Todo por el show… aunque advirtiendo previamente del peligro: “bajo ninguna circunstancia, intentéis hacer esto en casa”, anunciaban Savage y Hyneman al comienzo de cada programa. La cercanía de ambos al Darwin quedó demostrada cuando fueron invitados a interpretar un papel en la película Muertes de risa, basada en las historias de los famosos premios.

Savage, como Hyneman, no llegó al programa por sus conocimientos tecnológicos, sino por su habilidad para construir cosas forjada en equipos de efectos especiales del cine. Desde el taller donde sigue construyendo cualquier idea que se le pase por la imaginación -su “cueva” como él la denomina-, afirma que él era “un friki de la ciencia cuando llegué al programa, pero me convertí en un verdadero científico”. Y es posible que, además, ayudara a despertar -a trancazos y con el sentido del humor como mejor herramienta- muchas vocaciones en los niños que crecieron viéndoles jugar con materias químicas, motores, engendros mecánicos y placas base. Savage considera que actualmente se vive el mejor momento de la historia para aquellos que quieran hacer cosas, las que sean, gracias a Internet. “No hay una sola habilidad en el mundo acerca de la cual no puedas encontrar a alguien en YouTube que te cuente cómo hacerlo”, asegura. Él mismo tiene un canal que cuenta con más de dos millones de suscriptores, en el que enseña cómo construir cualquier objeto: desde un traje de astronauta a un disfraz de oso o una casa en un árbol. En realidad todo lo que se le pase por la imaginación, porque contrariamente a la idea aburrida y gris que muchos tienen sobre los científicos, Savage asegura haber descubierto que “la ciencia consiste en un profundo esfuerzo creativo”.

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