Por Carlos Alberto Nacher
Cnacher1@hotmail.com

Hacer el asado un lunes podría verse claramente como una actitud post-modernista. Nadie que esté medianamente cuerdo intentaría siquiera hacer un churrasco en un día así. El lunes es un día triste, de ensalada y soda. Se ha instaurado en nuestra sociedad esa costumbre, y las modas son las que dictan el curso de nuestras existencias. El destino no existe, el futuro es una utopía. Solamente las modas rigen, desde lo alto de un pedestal endeble pero siempre reemplazable, desde una pasarela de modelos inexplicables, o desde la pantalla de televisión o la página de una revista. Ellas nos dicen cuándo hay que hacer qué cosa y cuándo hay que dejarla de hacer, porque pasó de moda. Hasta la misma moda se repite luego de unos años, pero con distinto significado. Y si no, analicemos el pelo largo, por ejemplo. En los años 60, dejarse el pelo largo significaba la rebelión de los jóvenes de las clases medias del mundo contra el stablishment, contra lo pautado por sociedades con conductas arcaicas. Era, sin duda, una forma de expresión que iba más allá de abandonar las tijeras y prescindir de los peluqueros. Era el mensaje de una juventud que pensaba, y que, por lo tanto, existía. Luego, pasó el tiempo y ahora el pelo largo está de nuevo de moda, pero con otro significado, que no tiene nada que ver con el original. Mientras tanto, nos estamos poniendo viejos, hasta que al final nosotros mismos pasamos de moda.

Pienso que esto ha sido un mal momento. Nada más que eso. Y los malos momentos rápidamente pasan a formar parte del pasado. En nuestra genuina ética de la inmediatez, todo lo inmediato se convierte en pasado, en breves instantes.

No te preocupes tanto. Nadie va a detener nada porque te preocupes. El mundo no espera a nadie, nadie espera a nadie. La rueda de la fortuna, como ninguna, sigue girando y girando. Si se detiene para uno, sigue girando para otros. Por eso, sin que te des cuenta, grandes cambios se han producido en este lapso de tiempo que te ocupó leer esto.

Nadie sabe por qué razón está donde está, solamente sabe que está. Nadie conoce la explicación de la existencia propia, ni tampoco la de los demás, ni tampoco aún, la del entorno.

Prefiero no elegir. Prefiero dejar que el destino sea el destino. No podemos manipularlo. No debemos. El destino es una de las pocas cosas que nos quedan para estimular nuestra capacidad de asombro, es una pequeña luz de incertidumbre en medio de este mundo predecible hasta el cansancio. Es quizá la única incertidumbre, que hace que aún nos mantengamos vivos. No saber qué va a pasar es lo que le da sentido a la vida, y lo que la hace merecedora de ser vivida. No quiero dominar a nadie a mi antojo, porque entonces se esfumaría el deseo, y el deseo es lo que me empuja. Prefiero el no saber, para seguir preguntando. Que los labios de la sabiduría permanezcan cerrados, y si el oído de alguien es capaz de comprender, pobre de él: la ignorancia hace la felicidad. Cuando no me queden más preguntas, entonces habré llegado al final de mis días. Soy apenas alguien, uno del montón, no quiero el poder de los elegidos, no quiero dominar a nadie. Solamente espero que, algún día, pueda estar conforme conmigo mismo y pueda hablarme frente a frente.

La realidad que perciben nuestros ojos está siempre viciada por nuestros propios sentimientos y emociones. Quizá estemos los dos mirando lo mismo, por ejemplo, una vaca, pero su punto de vista puede diferir sustancialmente del mío, y yo podría decir que es una vaca Aberdeen Angus muy buena, que nos da la leche y el yogur sin pedir nada a cambio, y usted podría decir, observando exactamente a la misma vaca, a la misma instancia del objeto vaca, que se trata de una vaca salvaje, rebelde y mal llevada.

Continúa el próximo martes…