INTRA-MIRADAS Y PERSPECTIVAS DEL NUEVO ENTRAMADO POLÍTICO NACIONAL. MAQUIAVELISMO DE SALÓN, BALCANIZACIÓN DEL PERONISMO Y VACÍO K

Nadie es más que naide

Por Ignacio Zuleta*

Dominoes fallingLa balcanización del espacio opositor, a menos de dos meses de haber asumido el nuevo gobierno, aceleró la aparición de un nuevo oficio, el de maquiavelo de salón. Cada gesto y cada palabra de los dirigentes cae bajo el microscopio de estos maquiavelos y son interpretados en función de escenarios imaginarios que vaticinan la fortuna o la desgracia del peronismo. Esta semana corta y carnavalesca va a dar materia para estos analistas aventurados que imaginan trayectorias luminosas y ocasos dirigenciales para un lado y para el otro.

La liga menor

El miércoles, pasado mañana, Jorge Capitanich juntó a más de cien intendentes de su partido en Resistencia, para lanzar una liga de intendentes como la regeneradora de la red que ocupó desde los años ‘80 la liga de gobernadores, como eje vertebrador del PJ nacional, hoy baleada por la derrota masiva del año pasado. Logró ese compromiso después de algún chisporroteo con el jefe de la FAM (Federación Argentina de Municipios), el alcalde de Florencio Varela Julio Pereyra, que no tiene hoy nada de cristinista, algo que se le atribuye mucho al ex gobernador del Chaco. Lo superaron en encuentros discretos de la semana pasada – uno de ellos después de la reunión de la mesa del peronismo en la calle Matheu – y el resultado de la cita que se viene, puede ser el primer entendimiento entre la ortodoxia pejotista bonaerense, que representa Pereyra, y el cristinismo residual de Capitanich. Los fuerza la necesidad de mostrar algo que el público – y los maquiavelos de salón – le reclaman al peronismo, que es algún freno a la dispersión de fuerzas. Pereyra expresa un rechazo al formato cristinista, en nombre de la necesidad que tienen los dirigentes territoriales de convivir con la agenda del gobierno macrista. Capitanich está lejos de reivindicar hoy la conducción de Cristina de Kirchner, pero se aparta de lo que cree es un peronismo exageradamente negociador con el nuevo Estado.

El pecado de la obsecuencia

Los movimientos de uno y otro le dieron color a la reunión de Matheu, que fue la oportunidad del enfrentamiento de Capitanich con Miguel Pichetto sobre cómo ejercer la oposición al gobierno. También de la invectiva del intendente Mario Ishii contra los mariscales de la derrota. “Perdimos las elecciones por hacer seguidismo de mano alzada. ¿Vamos a seguir como pelotudos con ese modo de conducción, que nos llevó a perder? Y acá hay responsables de eso”, gritó el intendente de José C. Paz. No conmovió a Aníbal Fernández, que resiste detrás de una barba-trinchera, pero sí a Carlos Zannini, quien abandonó en silencio la sala. A esos chispazos siguió el jueves una reunión a solas entre Capitanich y Pichetto en un salón del Senado, en el cual el rionegrino sostuvo casi a los gritos su rechazo a lo que llama el “bloqueo institucional” que promueve el cristinismo residual. Todo comenzó con la orden – no acatada por todos – de no asistir a la asunción de Mauricio Macri y la expresa la actitud de Héctor Recalde como jefe del bloque de los diputados, que insiste en reclamar el liderazgo de Cristina y amenaza con no dar quórum a las sesiones del Congreso.
“Tenés que sacarte el chip de jefe del bloque oficialista – bromeó Capitanich en esa reunión – porque ahora somos la oposición. La gobernabilidad es un problema del oficialismo, y ellos la tienen que asegurar para todos”. El diálogo escaló hasta el punto en que Capitanich le dijo “Ustedes no me representan, no negocien más por mí, porque acá acuerdan cosas, y la oposición que tengo en la intendencia de Resistencia, a mí me rechaza todo”. Algo de este clima ilustró José Luis Gioja cuando dijo: “Cuando éramos gobierno había una forma de gobernar, y ahora hay que adaptarse a la realidad, como lo es el hecho de que perdimos y eso es algo que no podemos subestimar”.

Poroteo

Pichetto no cedió ningún argumento, pero prometió: “No vamos a acordar nada sin consultar con todos”. ¿Quiénes son todos? Queda en el misterio de las palabras. Se entiende más la posición de Pichetto, que está cobrándose facturas pendientes del kirchnerismo que no han prescripto, como las tres elecciones a gobernador en las que lo dejaron solo y perdió (2007, 2011, 2015). Abulta mucho esa deuda, y la hace valer ahora para convertirse en delegado de los gobernadores peronistas en el Senado, donde mantiene la luz encendida para atender reclamos y asegurarles la gobernabilidad. Con eso le hace, objetivamente, un favor formidable al nuevo gobierno porque el Senado, que iba a ser la cámara más complicada para Mauricio Macri, por la mayoría abrumadora del peronismo, ha pasado a ser la más manejable. Ese rol de Pichetto es eficiente para los peronistas que manejan distritos, y también para el gobierno de Macri, que ha logrado ya el acuerdo para que sesione el Senado en extraordinarias y le aprueben pliegos de embajadores, algo central para el gobierno, que compromete a estos en la fragilidad de los decretos – habrá militares y jueces, pero sale con fritas. En este llamado a extraordinarias, funcionó mucho una sugerencia sobre Macri del ex senador Ernesto Sanz, que navega en estas horas sin luces, en gestiones discretísimas que se debaten en la mesa de coordinación de la Alianza Pro-UCR, que funciona todos los martes a las 15 y que integran Marcos Peña, Rogelio Frigerio, Emilio Monzó, Mario Negri, Ángel Rozas y José Corral (sucesor de Sanz en esa mesa y en la conducción de la UCR). De paso, a esa mesa siguen llegando los reclamos de los radicales que ven que pasa el tiempo, hay muchos cargos vacantes y muchos aspirantes radicales. Pero las cosas de palacio… van despacio, como versa el refrán borbónico.

El vacío de la Casa K

La balcanización entre los diputados peronistas corre el camino hacia la libanización después del cisma que precipitaron, hasta donde se sabe, Juan Manuel Urtubey y Diego Bossio. Nadie cree en serio que dos pesos livianos del peronismo hayan hecho tanto daño a la integridad de esa formación, que descolocó a quienes trabajan por ese prejuicio que es la necesidad de la unidad, como Daniel Scioli (quien reapareció anoche con familia en el recital de los Stones en el Estadio Único de Tolosa) y José Luis Gioja. Éstos han dejado sus gobernaciones y eso explica mucho, pero es menos explicable que la unidad sea posible, ni que sea imprescindible. Que haga falta un liderazgo fuerte en un partido parece otro prejuicio, porque después de todo el peronismo no lo tiene desde que se evaporó Carlos Menem. El ciclo Kirchner tuvo algo parecido a un liderazgo, pero fue apenas un ejercicio de mando desde la Casa Rosada. Que no hubo liderazgo lo prueba el desacato de Florencio Randazzo en las entrañas de Olivos, cuando rechazó ser candidato a gobernador y dinamitó la única posibilidad de acercar al peronismo a un triunfo en primera vuelta, precipitando la derrota del 22 de noviembre. El peronismo, que tiene siempre la evocación del miembro ausente que es un líder, se amarga en estas horas cuando ve que se fragmenta en tribus el bloque del Frente para la Victoria, y que el macrismo va operando sobre los retazos que quedan sueltos: ya arreglaron con Urtubey el aporte al quórum de los disidentes de la banda Bossio, y también de los santiagueños de radical K Gerardo Zamora (lo cerraron el lunes Monzó y Frigerio en visita a Santiago del Estero), que se suman a las promesas de inversiones en Córdoba, equivalentes a la mitad de lo que cobrarían por la sentencia de la Corte sobre coparticipación, los aportes a la gestión tucumana de Juan Manzur, y el derrame en favor de Gerardo Morales en Jujuy.
La pregunta que se hacen los maquiavelos de salón es si estas capturas preparan un secuestro de conjunto del peronismo, para que trabaje en favor del nuevo gobierno? Los consuela que el nuevo bloque Bossio en realidad le va a bajar el precio al sector de Sergio Massa, que le hace el abrazo del oso al macrismo, pero que nunca deja de aclarar que en cualquier momento le va a disputar el poder a Cambiemos. Hacia adelante, además, se viene una elección legislativa que se tienen que resolver los dirigentes territoriales en sus provincias, y que todo lo que pueden acumular para sí, refuerza sus chances de tener buenas elecciones el año que viene en la renovación de bancas locales y nacionales. En esas elecciones no va a haber ticket nacional, no va a haber un Macri haciendo campaña para aspirar votos no peronistas, y eso potencia a los territoriales del peronismo, que gobiernan en más de una decena de distritos y quieren seguir haciéndolo. Estas percepciones mitigan la angustia de los peronistas que esperan, como el gobierno, que en las próximas semanas se acentúen las divisiones, particularmente en el Congreso y en Buenos Aires, los dos espacios que mira todo el país. (…) Habrá que ver…

Fuente: Zuleta sin Techo

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