CREER O REVENTAR

Objetivo: buscar vida en Marte

Parece un platillo volante dorado y algo de eso tiene. El próximo mes de marzo iniciará un fabuloso viaje espacial, aunque no llevará ninguna criatura dentro. Se trata del módulo de descenso que, a mediados de octubre de 2016, aterrizará en Marte para preparar el camino al futuro vehículo robótico ExoMars, que será lanzado en 2018 con el objetivo de responder a una de las preguntas que más intrigan a los científicos: ¿existió alguna vez vida en Marte?
Colaboración con Rusia
El módulo con el que ensayarán las técnicas de amartizaje, de 600 kilogramos de peso y 2,4 metros de diámetro, se llama Schiaparelli, como el astrónomo italiano que a finales del siglo XIX trazó el primer mapa de Marte valiéndose, únicamente, de las observaciones que hizo con sus telescopios terrestres. Su silueta dorada corona el imponente paquete espacial que preside la sala limpia de la planta francesa de la empresa Thales Alenia Space, la principal contratista de la misión ExoMars. Aquí, en Cannes, se han integrado todos los instrumentos de la primera de las dos misiones que engloban este ambicioso programa que la Agencia Espacial Europea(ESA) lleva a cabo conjuntamente con Roscosmos, la agencia rusa. “Marte es un destino muy atractivo. Queremos explorarlo y entender cómo funciona”, señala Álvaro Giménez Cañete, director de Ciencia y Exploración Robótica de la ESA.
La misión comenzará en marzo de 2016
En esta gran estructura está empaquetado también el satélite para el estudio de gases traza (en inglés Trace Gas Orbiter, TGO), que se quedará orbitando Marte. Los ingenieros ultiman los preparativos y realizan las últimas pruebas de ambos componentes, que ya están casi listos para ser embarcados rumbo a Baikonur, Kazajistán, donde despegarán a bordo de un cohete ruso Protón entre el 14 y el 25 de marzo de 2016. Ésa es la ventana de lanzamiento de la que disponen para empezar la misión, que inicialmente iba a ser lanzada en enero. Sin embargo, el despegue fue pospuesto a marzo tras detectar un problema en un sensor de propulsión del módulo Schiaparelli. Debido a la posición actual de Marte y la Tierra, aunque la misión comience en marzo, llegará al planeta rojo en octubre, igual que si hubiera sido lanzada en enero.
Un viaje de siete meses
Los ingenieros aeroespaciales, que cuando trabajan en la sala limpia, diseñada para minimizar la contaminación de los delicados componentes espaciales, van vestidos como si fueran cirujanos, interrumpieron su trabajo durante un par de horas el pasado miércoles para permitir a los responsables de la misión y a un grupo de periodistas ver la nave ExoMars 2016 antes de ser embalada rumbo a Kazajistán. Los dos componentes serán trasladados en dos barcos distintos y llegarán a la base de lanzamiento el 21 y el 23 de diciembre, respectivamente. Allí volverán a integrarse en una única estructura, como los vemos en la planta francesa. Despegarán y viajarán juntos durante siete meses y, cuando se aproximen a Marte, el próximo 16 de octubre, se separarán. “ExoMars 2016 tiene dos componentes básicos: un satélite que quedará en órbita alrededor de Marte (TGO), y una sonda (Schiaparelli), que se posará en el planeta y con la que queremos demostrar que podemos aterrizar de forma segura y robusta en Marte”, explica Álvaro Giménez Cañete.
Analizarán la geografía del “Planeta Rojo”
Aunque Schiaparelli, cuyo aterrizaje en Marte está previsto para el 19 de octubre, hará algo de ciencia en su superficie, la mayor parte de la actividad investigadora la llevará a cabo el satélite TGO, que lleva instrumentos europeos y rusos. “Sobre todo va a analizar la composición química de la atmósfera de Marte, unos gases muy específicos. Sabemos que existen, pero queremos analizar cómo cambian en función de la situación geográfica y cómo evolucionan en el tiempo. Así podremos ver cómo de activo es Marte en la actualidad, cuáles son las fuentes de esos gases y dónde desaparecen”, explica el directivo de la ESA.
El estudio de los gases
El metano es uno de esos gases misteriosos que han detectado otros vehículos robóticos como Curiosity y las sondas que orbitan el planeta, pero también han comprobado que hay agua y otros componentes más complejos con carbono. “Ahora podemos ver las cantidades medias que hay en la atmósfera, pero no sabemos dónde se generan. Estos gases no tienen una larga vida, así que si existen es porque se generan en algún sitio”, argumenta Giménez, que subraya cómo todos estos análisis les ofrecerán “información sobre la evolución del planeta y serán de mucha utilidad para la futura exploración marciana”.
Economía al servicio de la ciencia
“Los retos de este programa no sólo han sido tecnológicos, también económicos”, dice Walter Cugno, director del programa ExoMars. Y es que la ESA ha invertido, en total, 1200 millones de euros en las dos fases del proyecto, 200 millones más de lo previsto inicialmente, cuando ExoMars iba a llevarse a cabo junto a la NASA. Pero, como recordó el miércoles Sergey Valentinovich, subdirector de Roscosmos, los rusos fueron invitados a participar en ella y permitieron que el programa siguiera adelante. “ExoMars es un proyecto complejo y costoso que un país no puede hacer en solitario. Es necesaria la cooperación”, declaró el representante de la agencia espacial rusa. En esos 1200 millones de euros no está incluida la aportación de Rusia, que además de varios instrumentos, se encargará de lanzar las dos misiones con dos de sus cohetes Protón, y el coste de los instrumentos que han aportado diversos centros investigadores de varios países.
FUENTE: El Mundo

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