No sos vos. Soy yo.

Por: Dra.Patricia Chambón de Asencio
www.patriciachambon.com

Todo juicio parte de una distorsión en la percepción.
Cuanto más alterados nos sentimos, más convencidos estamos de que allá afuera existe alguien que es responsable de ese desequilibrio, que es culpable o que al menos tiene la solución para rescatarnos del desasosiego y devolvernos la paz perdida. Este mecanismo reactivo se puede observar en múltiples situaciones, que abarcan un amplio espectro desde la experiencia de estar enamorados hasta la molestia de tener una jaqueca. Siempre se repite el mismo esquema. Estoy pasándolo bien o mal porque algo, “allá afuera”, hace que a mí me suceda esto. Alguien al leer estas líneas puede preguntarse: Y acaso… ¿no es así?
Percibimos la realidad de acuerdo a una programación mental que hemos recibido en nuestra educación familiar, cultural y social. Con esos parámetros mentales decodificamos lo que nos sucede en la vida día a día.
Hay múltiples programaciones y formas de ver la realidad. Sin embargo la gran mayoría de estas visiones sostiene una idea base: el mundo allá afuera está separado de mi mundo interno, con lo que se infiere que ”yo estoy separado del resto del universo”. A partir de este supuesto, derivado de una programación que nos condiciona a vivir una separación ficticia se construyen todos los demás supuestos. Creemos que no seremos felices hasta que encontremos a nuestra “media naranja”; comprobamos que estamos progresando o no, solo cuando nos comparamos con el progreso del vecino; estamos siempre protegiéndonos de aquéllos que creemos que son diferentes a nosotros y sobre todo, estamos siempre muy preocupados por sobrevivir… a cualquier precio!
Todos estos mecanismos de reacción están condicionados por el miedo instintivo que sirvió como acicate prehistórico para que nos alimentáramos, creciéramos y nos reprodujéramos. Sin embargo ninguno de estos supuestos nos confiere un estado de armonía y paz integral. Por el contrario estos supuestos basados en el miedo a que “me falte el alimento”; a ser “dañado de alguna forma”; a salir en desventaja en la comparación con otros; a que algo o alguien fuera de mí tenga la solución a mis problemas… todo esto nos mantiene en pie de lucha todo el tiempo. Así se vive permanentemente a la defensiva, desconfiando, compitiendo, luchando. Somos movilizados por el miedo bajo una programación que nos condiciona a ver una realidad escindida. O sea, yo SEPARADO del resto del Universo.
A partir de esta concepción divergente de la realidad surge un modelo disociado para abordar la vida cotidiana que se evidencia en innumerables ejemplos: si me duele el hígado, es por algo que comí, algo que vino de afuera… no tiene ninguna relación conmigo, con mis emociones o con mis elecciones. Si me siento triste, es porque mi pareja me dejó. Si me siento frustrado, es porque estoy rodeado de incompetentes. Así, continuamente se repite el mismo mecanismo de proyección sobre el entorno. Proyección que ratifica la ilusoria separación.
Entonces, de acuerdo a esta programación en la que nos situamos separados de las circunstancias que originan nuestra diaria realidad, no es raro que encontremos todo el tiempo gente demandando soluciones que tienen que provenir desde “afuera”. Tampoco es raro que veamos como potenciales enemigos a quienes no piensan como nosotros. Ni que estemos esperanzados que llegará algo, alguien o alguna circunstancia que nos rescate de la situación que estamos viviendo.
Científicos del Departamento de Neurociencias de la Universidad de Stanford desarrollaron un estudio en un grupo de personas que obtuvieron el primer premio de la lotería. Durante el primer lapso de tiempo, que para algunos fue un mes y para otros un año, se manifestaron cambios importantes en el humor y la forma de percibir la realidad de esas personas. Estaban optimistas, con entusiasmo para emprender proyectos y con muy buen humor. Al cabo de un tiempo cada cual volvió a su “modo habitual” de percibir la realidad y la suma de dinero ganada o sus inversiones, pasaron a formar parte del “modo habitual” de ver la realidad. La conclusión de este estudio evidenció la existencia de una programación mental que condiciona la forma de percibir los hechos de la vida. Si esta programación no se modifica, el individuo después del primer impacto del estímulo nuevo en su realidad personal, lo asimila e integra a su antigua forma de percibir.
Esto me recuerda a un joven empresario que me consultaba hace ya algunos años. Era una persona muy exitosa y talentosa. Sin embargo, vivía obsesionado por no tener nunca lo suficiente para sobrevivir. Había llegado a reunir una considerable fortuna. Pero no obstante, sus angustias persistían. No existía límite para su preocupación porque sólo cambiaban los ceros en su cuenta. Su miedo a no poder sobrevivir se mantenía intacto.
Para realmente sentirnos seguros y en paz tenemos que desmantelar la vieja programación y no responder más a las preguntas originadas por el miedo. Este es un proceso de profunda auto-observación y constante determinación. Como todo proceso de reprogramación pone en juego antiguos andamiajes de creencias que al ser desmantelados generan momentos de angustia e incertidumbre. Este es un trabajo que nadie puede hacer por nosotros ya que implica una reorganización en nuestra forma de ver y estar en la realidad. Es como salir del modo “piloto automático” a pasar a pilotear el avión por nosotros mismos. Dejamos de reaccionar de la forma habitual. Dejamos de enojarnos por las cosas que siempre nos enojaron. Dejamos de ofendernos por lo que siempre nos ofendíamos y de horrorizarnos por lo que habitualmente nos horrorizábamos. Entonces, lejos de caer en un letargo anestesiado, comenzamos a estar más despiertos que nunca. Nuestra atención está enfocada en nosotros mismos con una alerta tranquila, sólo registrando de qué manera vamos respondiendo a las experiencias que la vida nos trae.
Antiguas cosmovisiones corroboran este cambio en la percepción de la Realidad. Actualmente los descubrimientos de numerosos científicos como Stephen Hawking, Gregg Braden, Jean Pierre Garnier Mallet, Bruce Lipton, entre otros, están proponiendo una nueva forma de percibir la Realidad y el Tiempo. Esta nueva forma de percepción no se da en un ámbito de laboratorio aislado. Se está dando aquí y ahora en nuestra vida cotidiana, en cada uno de nosotros. Nada escapa a ella.
Cuando firmemente tomamos la decisión de desmantelar los viejos programas y condicionamientos, nuestra percepción comienza a cambiar y nuestra forma de estar en el mundo consecuentemente también lo hace.
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