COSAS QUE IMPORTAN

“Creadores de Realidades”

Por: Dra.Patricia Chambón de Asencio
www.patriciachambon.com

“La mejor forma de predecir el futuro es creándolo.”
– Peter Drucker –

Un grupo de físicos de la Universidad Nacional Australiana ha puesto en práctica el experimento de elección diferida de John Wheeler, y ha demostrado que «la mirada de quien observa lo es todo». Andrew Truscott, Profesor Asociado en la Escuela de Investigación de Física e Ingeniería de la UNA sostiene que «…a nivel cuántico, la realidad no existe si no se la está mirando.» (www.anu.edu.au)
Esta aseveración nos sitúa en un lugar de creadores constantes de nuestra realidad. Si con mi observación estoy creando mi propia realidad: ¿de qué depende entonces “mi” percepción del mundo? ¿De qué depende que vea el medio vaso lleno o el medio vaso vacío? Depende de la programación que he incorporado. Depende de mis creencias.
Mis creencias son aquellas ideas arraigadas que definen y condicionan mi forma de ver la realidad. Si estoy viendo caos por todas partes, corrupción, asaltos, inseguridad, etc., seguramente la creencia que dirige mi percepción es: “…este mundo es un lugar inseguro”. Si veo todas estas calamidades no quiere decir que no existan o que las estoy alucinando. Existen. Allí están y son la manifestación de pensamientos y emociones emitidos por millones de seres humanos durante miles de años sobre el Planeta. Coexisten con otras realidades. Como coexisten el vaso medio lleno y el medio vacío, al mismo tiempo y en el mismo lugar. La diferencia la hace el observador. Yo soy quien interpreta la realidad. Decido consciente o inconscientemente qué es lo que voy a ver y de acuerdo a eso elijo qué acción tomar. Así creo mi mundo.
Habitualmente vivimos inmersos en un caldo de supuestos que nos hacen re-accionar, es decir, tenemos respuestas repetidas y no nos damos cuenta de que podemos elegir cómo accionar. Lo más importante: podemos elegir en qué realidad queremos movernos.
Sin embargo, la mayoría de las veces, damos por sentado que la realidad es una sola y que sus mejores referentes son los noticieros, nuestro estado de ánimo o lo que nos sucedió ese día. Esta visión de la realidad es una visión ombligo que aún no nos ha permitido mirar un poco más allá y descubrir que hay un vasto horizonte que trasciende nuestra historia personal.
Cuando comenzamos a considerar la posibilidad de que, aunque sea sin darnos cuenta, podemos ser co-creadores de nuestra realidad, nos abruma esta posibilidad. Inmediatamente nos embarga la culpa, el enojo o el miedo. Por lo que rápidamente volvemos a refugiarnos en las conocidas trincheras de la vieja forma de ver esa realidad. Allí se esconden las viejas creencias que confirman nuestro papel de victimas de las circunstancias y nos proveen las justificaciones necesarias para convencernos de que nada podemos hacer para transformar nuestros malestares ni para dejar de sufrir. Si no conseguimos estar felices al menos estaremos tranquilos admitiendo que no es nuestra responsabilidad. Con esta actitud continuamos reforzando la vieja visión que sostiene la vieja forma. Creamos las condiciones para que se siga manifestando.
Para aventurarnos a ver desde la Nueva Forma se necesita coraje. Coraje para ir más allá de nuestros miedos y de nuestro dolor personal. Coraje para animarnos a preguntar: “¿Y si esto no fuera todo? ¿Y si sólo estoy viendo una parte de la realidad?”. Obviamente, la vieja forma siempre está acechando para asaltarnos y dejarnos estupefactos con las imágenes de sufrimiento que a diario vemos en el mundo. Sin embargo, no tenemos que olvidar que es sólo una parte de la realidad y está siendo una forma de expresión de una vieja necesidad humana. Necesidad que ya estamos listos para dejar atrás, para despedirnos de ella, para trascenderla definitivamente. Esta necesidad es la necesidad de diferenciarnos en pares de opuestos para reconocernos, para lograr la identidad. Mientras más necesidad tenga de reafirmar mi identidad separada más me opondré a lo diferente: ”¡Yo no soy eso!”. Así surge la necesidad del conflicto como forma de diferenciarnos, de marcar los límites de lo que sea que represente nuestra identidad. Todas esas viejas formas se resumen en una sola creencia: “…afuera está la respuesta de lo que a mí me sucede”. Obviamente esta creencia nos empuja a conseguir afuera algo que creemos que no tenemos dentro. Algo que creemos que no somos. En definitiva: creemos que no somos creadores, porque creemos que la realidad está ya determinada y creada por alguien que no somos precisamente nosotros.
A sus 32 años Ludwig Von Beethoven comprendió que nunca recuperaría el oído. Su sordera fue ganando espacio en su vida así como el aislamiento emocional y la soledad. En ese tiempo escribió su primer y desesperanzado testamento, en las mismas semanas de verano en las que también escribía su Segunda Sinfonía, ese estudio incomparable de la luz, el aire y la felicidad. Así también surgió su Sinfonía Heroica, como síntesis de los conflictivos estados mentales que sufrió en ese tiempo. Frecuentemente los relatos de sus contemporáneos describen a Beethoven como un ser terriblemente desafortunado, huraño, alternativamente resignado y desafiante ante su destino. Sin embargo, porque eligió el camino de la entrega, de la desesperación trascendida, este músico sordo vive entre los más grandes artistas de la alegría que ha conocido la Humanidad.
No hay nada que pueda detener lo creativo. Si la vida está llena de alegría, la alegría llena el proceso creativo. Si la vida está llena de pesares, los pesares alimentan el proceso creativo. Sin embargo podemos aventurarnos a ir más allá de nuestras viejas formas, dejarnos llevar por el entusiasmo y jugar con nuestra imaginación que proviene de nuestro verdadero Ser, el dios creador que hay dentro de cada uno de nosotros.
Ese día descubriremos verdaderamente quiénes somos.
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