Página de cuento 543

Sapoman vs Faceman – Parte 27

Por Carlos Alberto Nacher
Cnacher1@hotmail.com

Sapoman despertó en un oscuro y frío sótano. Estaba atado a un caño cromado con unas cintas de embalaje desde los pies hasta el cuello, incluyendo las manos, los brazos y todo lo demás. Menos la lengua, estos estúpidos avomitables se había olvidado de anularle la lengua, su principal y letal arma.
Mientras despertaba lentamente, y esperaba alguna reacción de algo o alguien a su alrededor que le diera un indicio de su incierto e inminente futuro, Sapoman, que ya había desterrado a Faceman casi por completo de su vida, pensó diversas reflexiones. Su memoria era un torbellino de fugaces recuerdos, imágenes, diálogos, casi todos recientes. Se mezclaban en sus pensamientos amores, enemigos, perros y gente común. Pensó que en esos instantes de soledad y oscuridad, instantes en que nadie moría ni nacía, se encontraba, oculta, la eternidad. Y así confirmar que el amor, el verdadero amor, no se declama ni se anuncia a grandes gritos. No. Viene de otro lado: los pequeños gestos, las grandes renuncias, el compromiso con el otro, eso de estar ahí. Gente mínima a los ojos de los demás pero gigantes a tu lado. Superhéroes de carne y hueso que saben ver más allá de las apariencias. Gente común que te hace sentir especial. Los que saben cuándo llevarte de la mano y cuándo soltarte para que sigas solo. Y ellos se quedan ahí, mirando para que no te pase nada. Así de contenido me siento. Así de libre soy en este momento. Eso es amor. Todo el mundo quiere disfrutar de un reducto de comprensión tras salir escarmentados en su búsqueda trabajosa e ingrata de lo más sublime en el mundo: el maldito amor… y de paso convertirlo en causa, contra la inoperancia de aquellos que sumidos en sus torres de marfil se olvidan de que… cómo decirlo… no todos tenemos tiempo para estar indagando acerca del tema en cuestión. Pero no puedo pensar tanto, estoy atado, encerrado, enojado. Voy a destruir todo este reducto avomitable, pues estoy seguro que estoy en el sótano del Palacio de las Tetas, si allí se pueden ver, en aquel rincón apenas iluminado, las bolsas de grasa abdominal extirpadas. Y como si esto fuera una diabólica metáfora, también pienso que la sola existencia de la comunidad de los Avomitables puede ser útil para el conjunto del desarrollo de nuestra sociedad… pero, a tenor de los motivos anteriormente citados, de momento les pueden ir dando por el santo ojete.
Un fuerte portazo sacó a Sapoman de su ensueño de violencia. La luz del exterior no le dejaba distinguir aquel rostro, pero la voz, por supuesto, le era muy familiar. Se trataba del mismísimo Monstruo Hablador en persona.
“Y qué vas a decir ahora, sapo idiota, defenestrador del perro salchicha, ahora que estás en mis garras. ¡Jajajajajajaaaa! Cuántas imágenes he logrado poner en tu mente, sapo absurdo, al punto de hacerte pensar sólo en lugares trillados y comunes, estereotipos, clichés, prejuicios ¡Todos presentes! ¿Por qué salir de estos cajones con lo cómodo que estás, Sapoman? ¡Puff! Estoy cansado de todo esto, querido enemigo, por eso voy a ejecutarte ya mismo. Prepárate”
El Monstruo Hablador encendió una consola potenciada de 12 canales marca Peavey, orientó los cuatro parlantes de 400 watts hacia Sapoman, desde los cuatro costados. Eran parlantes muy potentes. Luego conectó a la consola dos micrófonos Shure de alta captación.
Y comenzó a gritar.
Continuará…

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