DUDAS EN LA SUCESIÓN. FORTALEZAS Y DEBILIDADES DE LOS QUE SUENAN. UN PUBLICISTA POR AHÍ

Duda, ante tanta duda

1aDel acto de La Cámpora del último fin de semana emergió un mensaje claro: Cristina Kirchner no tiene un candidato predilecto.
De ahora en más, todos y cada uno de los que buscan que la presidenta sea su electora deberán garantizar la continuidad del proyecto oficial.
Amén de que el acto en Argentinos Juniors haya sido un movimiento estratégico para mantener a la mandataria en el centro de escena, lo que se comunicó allí es la inexistencia de un sucesor natural.

Los que juegan

Daniel Scioli y Florencio Randazzo vienen buscando desde siempre ese título, necesario para potenciar sus chances en las elecciones primarias del Frente para la Victoria. Cada uno, por distintas razones.
El gobernador bonaerense ya sufrió el desaire público de muchos kirchneristas paladar negro. Son los que lo imaginan retornando a las políticas neoliberales que supo acompañar en los ’90.

Por Diego Schurman*

Por su estilo moderado, el ministro de Interior y Transporte tampoco seduce del todo a los defensores más radicalizados del modelo. «Hay una preferencia. Cristina me quiere a mí, quiere que yo sea el candidato», bromeó el mes pasado, aunque todos divisaron allí un deseo inconsciente vestido de chiste.
Ni siquiera Sergio Urribarri logró la bendición presidencial, pese a prometer la continuidad de todo el gabinete de Cristina en caso de llegar al poder. El gobernador de Entre Ríos cree reunir las condiciones necesarias para ser el elegido, por su perfil federal y su encolumnamiento ciego.
Es, además, el único candidato que puede exhibir el aval explícito de un ministro nacional. En efecto, durante el reciente acto en Ferro, se acercó el mandamás de Planificación, Julio De Vido, para respaldarlo. Sin embargo, la agrupación que lidera Máximo Kirchner tomó distancia de todos.
¿La reticencia es por la coyuntura política, por un sentido de oportunidad –o sea, por temor a transferir tempranamente el poder de la presidenta hacia otra persona– o porque Urribarri no logra mover el amperímetro?

Literalmente

Ante tantas dudas ajenas, el gobernador de Entre Ríos exhibió su «Duda», el publicista brasileño José Eduardo Cavalvanti «Duda» de Mendonça, flamante asesor de su campaña.
Se trata del último estratega de Oscar Iván Zuluaga, el candidato presidencial de la derecha colombiana que sucumbió en el ballotage ante Juan Manuel Santos, luego de vencerlo en la primera vuelta.
Duda es una suerte de «gurú del marketing» al que la política latinoamericana, sin importar la orientación ideológica, echa mano para transformar en éxitos los fracasos que auguran las encuestas.
Su principal cucarda fue la campaña de Luiz Inácio «Lula» Da Silva, finalmente catapultado como presidente de Brasil en 2003 con una fuerte reivindicación de los derechos de los trabajadores.
No fue la única experiencia con un coterráneo: también le vendió ilusiones a Fernando Collor de Mello y a Fernando Hernique Cardoso. Y lo de vender no es una licencia literaria: cobró 70 millones de reales en tiempos del uno a uno entre esa moneda y el dólar norteamericano.
En la Argentina tuvo clientes peso-pesado del peronismo, como Eduardo Duhalde y José Manuel de la Sota. Uno fracasó en su intento de llegar a la Casa Rosada con la fuerza de los votos; el otro rompió el maleficio cordobés sobre el PJ y se convirtió en gobernador.
Urribarri tiene como asesores a Pedro Báez y Maricel Brusco, ministro y secretaria de Comunicación, respectivamente. También cuenta con los servicios de Doris Capurro, encargada de asuntos públicos e institucionales en YPF. El asesor brasileño se sumará al equipo en busca de un golpe de efecto que levante su imagen y le otorgue chances como presidenciable.

Una carta

¿Qué hará el publicista, y amante de la riña de gallos, con el aspirante más ortodoxo del kirchnerismo? El menú que ofrece es variado. Slogans, comerciales, propagandas, ideas. Lo que hacen todos, pero distinto, porque siempre buscó lo distinto para vender más. Por ejemplo, varias décadas atrás, alquiló aviones para sacar fotos de edificios que luego ilustraban los folletos de un proyecto inmobiliario. Una propuesta vanguardista para la época.
Muchos recuerdan la campaña que hizo en 1990 para Paulo Maluf en San Pablo.
–¿Usted qué piensa de mí? –le preguntó el Turco, como todos llamaban a Maluf.
–No pienso nada. No lo conozco. Apenas tengo una imagen suya, la que transmite la televisión.
–¿Y cómo es esa imagen?
–La de un político competente, trabajador, antipático y deshonesto.
El candidato de la derecha brasileña quedó seducido por el desparpajo y la arrogancia de Mendonça, quien le aseguraba que era el único que podía hacerle ganar una elección.
Al poco tiempo, según recuerda un artículo del periodista Sergio Kiernan, nacía un nuevo Maluf, con otros anteojos, más relajado y dueño de una campaña arrasadora que mostraba sus obras de gobierno acompañada por el hit «¡Maluf lo hizo!».
Mendonça le ofreció el mismo eslogan a Carlos Menem, que prendió rápidamente en la sociedad. Comunicacionalmente fue un éxito, aunque se hizo imposible escindirlo del concepto «roba pero hace».
En términos políticos, Duda no cumplió con las expectativas. Si bien Maluf quedó en primer lugar, al no superar el 50% de los votos debió ir a una segunda vuelta, donde terminó siendo derrotado por Luis Antonio Fleury Filho.
Con Menem tampoco logró su cometido. El spot, que buscaba instalar la necesidad de una re-reelección, recibió duras críticas no sólo de opositores sino también de los principales referentes del PJ. Y, como todos saben, no hubo reforma constitucional y el presidente se fue a su casa.
A Urribarri el currículum de Duda no lo amilana. Al contrario, la experiencia del brasileño, quien trabajó décadas en el más alto nivel político, es lo que más lo atrapa.
Y aunque nadie sabe si la dureza que el gobernador mostró en sus últimos discursos responde a una sugerencia de su flamante asesor, al entorno del entrerriano le alivia que la campaña presidencial no sea bajo el lema «¡Urribarri lo hizo!». No sea cosa de generar malos entendidos…

Fuente: *Tiempo Argentino

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