EL EXPLORADOR DE WINDOWS

Paul Allen, el cofundador de Microsoft ya tiene su primer anillo de la Super Bowl

Paul Allen, cofundador de Microsoft, se ha reconvertido en un poliédrico hombre de negocios. Dueño del equipo ganador de la Super Bowl y con ambiciones espaciales, sus donaciones millonarias no se publicitan como las de su exsocio Bill Gates


ALLEN2A los superricos no les gusta tirar el dinero. Si buena parte de su fortuna la dedican a obras benéficas, se implican y exigen que rinda como una inversión. Y si lo que se compran es una franquicia deportiva, no lo hacen para presumir de que tienen un equipo: quieren que gane. Que pregunten a Paul Allen. El cofundador de Microsoft ya tiene su primer anillo de la Super Bowl, justo cuando la tecnológica de Seattle busca nueva dirección.

Como Allen, los Seahawks no dejan pasar las oportunidades. Su equipo machacó a los Broncos de Denver en la final de la liga de fútbol americano. Es solo uno de sus múltiples negocios. Pero, a diferencia de Bill Gates, los movimientos los hace desde una posición menos visible. Los dos optaron por dejar la universidad para dedicarse a programar y crear el casi omnipresente sistema operativo Windows.

La fortuna del magnate de los múltiples talentos asciende a 15.800 millones de dólares (unos 11.600 millones de euros), lo que le coloca a los 61 años entre los 53 más ricos del mundo. El “otro fundador” de Microsoft conserva una participación en la tecnológica de Redmond valorada en unos 3.000 millones. Pero su renacer como hombre de negocios se apoya en Vulcan Inc, la compañía que gestiona sus inversiones y actividades filantrópicas.

El deporte es una de sus grandes pasiones, y también muy rentable viendo la progresión de los Seahawks. Allen se hizo con el equipo en 1997, para ayudar a su ciudad natal, Seattle. Pagó 194 millones de dólares por la franquicia y puso otros 130 para un nuevo estadio. Antes de imponerse el pasado fin de semana a los Broncos, se decía que la franquicia valía unos 1.250 millones, según cálculos de Bloomberg. Es seis veces más de lo que pagó hace menos de dos décadas. Los Seahawks no fueron su primer amor deportivo. En 1988 ya se hizo con los Trail Blazers, el equipo de baloncesto de Portland, y también es copropietario de los Sounders, el equipo de fútbol europeo de Seattle.

La otra pasión de Allen es la música. Toca la guitarra eléctrica en la banda de country rock The Underthinkers, que acaba de publicar el álbum Everywhere at once. Por cierto, también tiene un Emmy por la miniserie Survival, a global health challenge, que financió la productora Vulcan, y sus memorias Idea man fueron un best seller en el New York Times. Por no dejar de citar su colección privada de arte.
ALLEN
Allen llegó a controlar el 28% del capital de Microsoft. Ahora su participación no llega al 2%, suficiente para llevarse un buen pico en dividendos. Su fortuna podría ser mayor de no ser porque las acciones que fue vendiendo las invirtió en proyectos fallidos, como el negocio de la televisión por cable. Pero hace unos años cambió su equipo de asesores y empezó a diversificar sus activos de una manera más inteligente. Vulcan es, de hecho, una de las primeras firmas que invirtió en la producción de petróleo y gas natural en la Formación Bakken en Dakota del Norte, convertida en uno de los pilares del renacer energético de Estados Unidos. Hace poco más de un año vendió a Amazon un complejo de edificios en Seattle por 1.160 millones. Y también aporta financiación a Gilt, una puntocom muy popular en EE UU especializada en el comercio electrónico.

Allen suele decir que pone a funcionar su dinero en lo que le apasionan. La ciencia es la más grande. Dejó Microsoft en 1983 tras ser diagnosticado con la enfermedad de Hodgkin, que superó. En ese momento empezó a dedicar su dinero a proyectos relacionados con las ciencias de la vida. Aunque fue el alzhéimer de su madre lo que le metió de lleno en algo que puede acabar cimentando su legado más allá de Microsoft. Acaba de fundar un centro dedicado a la inteligencia artificial para desarrollar máquinas que puedan interactuar con el hombre, y lleva destinados 500 millones a otro instituto que trata de determinar los genes más importantes que hacen funcionar el cerebro. Solo en 2013 dedicó cerca de 113 millones de dólares a filantropía; entre ellas, una donación al Jane Goodall Institute para la preservación de los grandes simios en Congo.

A lo largo de los años, el total que ha destinado a filantropía ronda los 1.500 millones. Fue uno de los primeros en sumarse a la iniciativa Giving Pledge de su amigo Bill Gates y Warren Buffett. Y como otros grandes magnates y visionarios del mundo tecnológico, su ambición mira también al espacio. De su pasión por volar llega su otro gran proyecto: Stratolaunch, un gigantesco avión para lanzar satélites. El primer vuelo está programado para 2016. Es muy parecido al SpaceShip-One, el primer artefacto diseñado por una empresa privada que puso a un civil en órbita y por el que recibió junto al diseñador Burt Rutan el Ansari X-Prize en 2004. Eso es el futuro. Pero cuando se trata de aviones, también mira al pasado. Paul Allen tiene en Everett, a las afueras de Seattle, una imponente colección de aeronaves de la II Guerra Mundial, todas restauradas y en condiciones para volar.

Nota: El Pais

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