TEXTOS ESCOGIDOS

La guitarra – Parte 1

Por Carlos Alberto Nacher
Cnacher1@hotmail.com www.nacher.com.ar
Página de cuento 489

La guitarra, según el Diccionario de la lengua española Espasa-Calpe, es un
“instrumento musical de cuerda compuesto por una caja de resonancia con forma de óvalo estrechado, con un agujero central, un mástil y seis cuerdas que se pulsan con los dedos de una mano, mientras que los de la otra las pisan en el mástil”.
Muy buena definición, exacta y despojada de toda subjetividad, como debe ser un auténtico diccionario.
Pero para muchos de nosotros, la guitarra es mucho más que eso, es una emoción, un sentimiento difícil de evitar, para muchos de nosotros no se puede vivir sin ella.
Por eso, una definición más precisa que la del diccionario, a mi entender, es la que escribió hace un tiempo Federico García Lorca:

Empieza el llanto
de la guitarra.
Se rompen las copas
de la madrugada.
Empieza el llanto
de la guitarra.
Es inútil callarla.
Es imposible callarla
Llora monótona
como llora el agua,
como llora el viento
sobre la nevada.
Es imposible callarla.
Llora por cosas lejanas.
Arena del Sur caliente
que pide camelias blancas.
Llora flecha sin blanco,
la tarde sin mañana,
y el primer pájaro muerto
sobre la rama.
O guitarra!
Corazón malherido
por cinco espadas.

No entendí lo de las cinco espadas (aquí me acotan que son los dedos), pero creo que no hace falta entender tanto.
Entonces, hace un tiempo atrás me fui a ver a las Guitarras del Mundo. Y después me volví a mi casa, emocionado y asombrado por lo que hicieron en el escenario esos artistas utilizando apenas un pedazo curvo de madera con unas cuerdas. Me volví emocionado, asombrado y con ganas de dejar de tocar la guitarra, tirarla por ahí y dedicarme a otra cosa, como por ejemplo, importar automóviles o poner una fábrica de cocinas. Pero no pude hacer ninguna de las dos cosas, no pude dejar de sentarme solo en la pieza, abrazar a mi guitarra y tratar de imitar aunque sea un poco a esos maestros. Y cuando el aire se llenó de sonidos lánguidos, me di cuenta que no puedo dejar de amarla.
¡Cómo toca Payllalef! Y no lo digo porque sea de Madryn, podría ser de cualquier lado. Pero como lo vengo escuchando desde hace tiempo, me doy cuenta de la evolución y la dedicación que el hombre le pone al instrumento, y se nota porque cada vez le sale mejor. Y después tocaron Los Maras de Trelew, y dos maestros que cada vez que me acuerdo me hacen replantear lo de poner la fábrica de cocinas: Carlos Moscardini de Buenos Aires y Jorge Luis Zamora de Cuba.
Y se me ocurrió escribir sobre mi pasión más grande: la guitarra y cómo la tocan los que la tocan.
Voy a aprovechar el espacio, al menos en principio, para referirme a quienes para mi son grandes talentos de la guitarra.
Por ejemplo, hubo hace un tiempo un gitano belga que creó un estilo propio, el Gipsy Jazz o Jazz Manouche, se llamaba Django Reinhardt y sus grabaciones junto al violinista Stephan Graphelli suenan, luego de 70 años, maravillosas, detrás del ruido a fritanga de los discos se percibe el sentimiento, la técnica, la velocidad infernal para lograr escalas imposibles, y sobre todo, la alegría de tocar música.
Django dejó muchos herederos, sobre todo en Francia, y uno de ellos se llama Angelo Debarre.
En el siguiente artículo voy a referirme con más detenimiento a este guitarrista excepcional, y a algunos de sus colegas de esta música tan popular, alegre y al mismo tiempo extremadamente difícil de ejecutar, pero ahora se me acaba el espacio, apenas les voy a dejar una foto de Debarre, que este año cumplió 45, donde se puede apreciar el bigotito al estilo Reinhardt, elemento simbólico que aparece en la foto, que si bien es una foto muda, como todas las fotos hasta el momento, permite comprender de qué se trata lo que está tocando.
Debarre es uno de los muchos genios del Jazz Manouche de la actualidad, y más allá del estilo que desarrolla y del gusto personal de cada uno, es un placer escucharlo para cualquiera.

Continuará…

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