HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

El rey Momo se ha escondido, ¿alguien le ha visto acaso la cola?

Javier Arias
javierarias@eldigito.com

Hace unos meses fui al ensayo público de la murga madrynense “La Máquina de Hacer Chorizos” y salí del lugar pletórico de sensaciones. Lo que pasa, querido y consecuente lector, que a mí me tiran más los festejos carnestolendos onda las calles adoquinadas de Montevideo que los habitués de las veredas festoneadas de Copacabana. Me llega mucho más el canto y el duplé, la dialéctica y la creatividad a flor de piel que el contorneo seductor de las garotas, siempre y cuando hablamos de carnaval, se entiende, ¿no?
Y ahora que en Madryn y en todo el país recuperamos estos festejos, y más aún, que tenemos nuestra propia murga, que no tiene nada que envidiarle a cualquiera de las murgas que conozco, me alegra el corazón. Es una verdadera fiesta que hayamos recuperado este espíritu de festejo popular, donde nos aunamos en una misma celebración sin importar las diferencias, como dice Serrat, “Y hoy el noble y el villano,
el prohombre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la facha”.
Y digo que es una fiesta porque es una celebración milenaria que me llena de gozo recuperar. Mire, con decirle que, según los que saben, el carnaval tiene su origen en algunas fiestas paganas, como las que se realizaban en honor a Baco, el dios del vino, las saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en honor del buey Apis en Egipto. Antes que empiece a preguntar al vecino, le cuento que las saturnales eran unas fiestas locas cuando los antiguos romanos mezclaban la Navidad y el Carnaval; las lupercales eran otras celebraciones romanas que tenían que ver con los lobos, de hecho el nombre deriva de lupus, o sea lobo, e hircus una especie de macho cabrío. Del buey Apis ni idea, más que buey solo bien se lame.
Pero el carnaval va más atrás aún, algunos historiadores fijan sus orígenes en las antiguas Sumeria y Egipto, hace más de cinco mil años; mucho después las trajeron a América los españoles y portugueses, obvio.
Se celebra en los países que tienen alguna tradición cristiana y precede a la Cuaresma. Casi siempre son los tres días previos al Miércoles de Ceniza, que es el día en que, justamente, comienza la Cuaresma en el calendario cristiano.
Y si hablamos de etimología, el nombre derivaría del latín medieval, “carnelevarium” que significaba “quitar la carne”, refiriéndose a la prohibición religiosa de comer carne durante los cuarenta días que dura la cuaresma.
Entre los festejos más curiosos podemos mencionar al de la isla Cristina, en Huelva, España. Se festeja cuarenta días antes de Semana Santa y lo denominan la “Noche de las Viudas”, en la cual los asistentes, incluidos los hombres, se disfrazan de viudas en señal de la muerte de la sardina. ¿De qué sardina hablan?, ni idea, atento lector, será cuestión de pegarse un viajecito.
En Quebec se toman las cosas en serio, festejan el Carnaval de Invierno que comienza con la construcción de un gran castillo de hielo en el centro de la ciudad y tienen hasta carreras de canoas en aguas heladas.
Pero lo de los suizos es memorable, en la ciudad de Fasnacht, en Basilea, a las cuatro de la mañana se apagan las luces de localidad y miles de personas salen a la calle para burlarse a los gritos de los errores cometidos por la clase política el año anterior. ¿se imagina trasplantar esa costumbre a estas latitudes? ¡Y todo el año es carnaval!

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