HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

El cliente siempre tiene la sinrazón

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

¿Alguna vez se quedó mirando las indicaciones que vienen en algunos productos que compramos a diario en el supermercado? Mejor no lo haga, porque se sentirá tratado como un verdadero pelele. Está bien, yo entiendo que muchas veces esta buena gente que enlata las arvejas no quiere tener problemas legales con usuarios pavotes, pero tampoco la payasada de algunos anuncios. Porque sé que, especialmente en el gran país del norte (no, no Bolivia, más arriba) unos cuantos avivados, al quemarse la lengua con el café demandan por millones a los fabricantes de vasitos de plástico. Así que es mejor prevenir que curar dicen, y gastan un poco más de tinta en algunas frases tontas, para gente más tonta.
Se acuerda de eso que dicen que no hay que meter elementos de metal en los microondas? ¿Y animales vivos se puede? No, tampoco señora, mejor que su gatito se seque con la brisa del atardecer.
Acá les quería dejar algunas de las instrucciones, por demás auténticas, que fui recopilando.
En una caja de jabón de tocador de una marca ultra reconocida: “Indicaciones: utilizar como jabón normal”. Bueno, es que yo pensaba usarlo como súper jabón, ponerle una capita y hacerlo volar por sobre la ducha al grito de: “Es un avión, es un pájaro, no… Es Súper Jabón”. Pero no, no se puede.
Caminar por las góndolas de congelados puede proveernos de las más singulares sorpresas, en el paquete de una conocida comida congelada: “Sugerencia para servir: descongelar primero”, es una lástima que ese niño de 5 años no haya aprendido aún a leer, le va a costar medio salario en odontólogos quitarle esa ensalada jardinera freezada de entre los dientes.
O en un postre de tiramisú, impreso en la parte de abajo de la caja: “No dar la vuelta al envase”. ¡Auch! Tendré que cambiarme de pantalones por no leer a tiempo…
Prepárese para este, porque por más que lo pienso no puedo imaginarme a alguien que pueda desoír tan coherente aviso, en la caja de una plancha: “No planchar la ropa sobre el cuerpo”. “Pero señor, ¿cómo se quemó así?” le dirá la enfermera de guardia del hospital, difícil explicarle, ¿no?
Hasta ahora los avisos legales están dirigidos para mentes algo lelas, pero éste ya da un poco de pavor si decidimos viajar al lejano este, en un cuchillo de cocina coreano: “Importante: mantener fuera del alcance de los niños y las mascotas”. No hablemos de los niños, pero… ¿qué mascotas tienen por esos lares? Ok, al primero que me diga monos, va premio.
Si todavía no desarmó el arbolito ni las luces titilantes (no me diga que es imposible, que más de uno las tiene colgadas frente a la casa) estírese hasta el papelito que vi en una tira de luces de Navidad fabricadas en China, “sólo para usar en el interior o en el exterior”, ¿será como los múltiple choice, y deberemos tachar lo que no corresponda?
Y ya dijimos más arriba que en el norte hay muchos inescrupulosos que usufructúan de la candidez empresarial, pero dígame usted, querido lector, con este aviso que figura en el paquete de frutas secas de una aerolínea americana, “… abrir el paquete, comer las frutas secas”, ¿de qué se están guardando?, ¿de empachos involuntarios de poliester?
Pero convengamos que hay algunos que sí son necesarios, como este que figura en el manual de una sierra eléctrica sueca, “No intente detener la sierra con las manos o las piernas”. Otra vez la misma enfermera: “Entiendo que se haya cortado una pierna tratando de frenar la sierra eléctrica, ¿pero cómo se cortó la segunda pierna? Es que seguía girando, y girando, y girando…
Recuerdo una de cuando era chico, papá había comprado el primer televisor en colores y yo me devoré el manual, de donde extraje una máxima que me acompañará toda la vida: “Antes de mirar un programa encienda el televisor”. Por eso cuando veo a mi perro, que vaya a saber por qué, a veces se cuelga mirando la pantalla negra del televisor, voy y se lo enciendo, pobre bicho analfabeto.
Por último, y desesperado porque me faltan algunos caracteres para terminar mi columna y ya se me acabaron las leyendas legales, revuelvo el escritorio buscando aunque sea un boleto viejo. Y justo doy vuelta el teclado y me encuentro una pequeña calcomanía que reza: “Si su teclado no funciona, escríbanos un e-mail a: tech@xxxx.com”. Lástima que no dejen también un tutorial de telequinesis o “Cómo leer la mente en cinco simples pasos”, porque, si el teclado no funciona… ¡¡Cómo les voy a escribir un mail!!

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