PARA LO QUE GUSTE MANDAR

Lo que mata es la humedad

Por Cándido Rivera
candidorivera@walla.com
www.rivera.bitacoras.com

Mire, Cárdenas, ese que pasa ahí parece que se olvidó el protector solar en la guantera del coche, está más colorado que bragueta de albañil. Usted sabrá, Cándido, jamás le miré la bragueta a ningún paisano, menos a un albañil. Pero si será pajerto, Pelado, se dice así porque se supone que como andan siempre acarreando ladrillos les quedan los lompas color carmín. Le repito, desconozco, no acostumbro andar bajando la vista frente a los trabajadores de la construcción. ¡Mah´sí, que tipo insoportable! Pero, dejando de lado su homofobia, ¿vio o no vio al turista ese que acaba de pasar? Más que dormir colgado de una percha, esta noche va a estar visitando la guardia del Ísola, eso que llevaba en la espalda más que una quemadura de tercer grado era un caso de estudio para el hospital de quemados. Es que esto del cambio horario los tiene confundidos, Rivera. Y no es para menos, Pelado, uno mismo está más perdido que un pulpo en caja de herramientas; con decirle que con la patrona no logramos cenar antes de las once de la noche. ¿A quién se le ocurre andar poniendo la mesa cuando el sol lo tiene a pleno en la ventana? Eso es para los yanquis, que le dan al diente los más campantes a las seis de la tarde, pero nosotros necesitamos de la oscuridad para entrarle a una pata de pollo o a un plato de ravioles. Es como que estamos desenfocados. Porque si encima que para estos lares siempre andamos medio atravesado con el tema de las horas solares, porque la inclinación de la tierra nos juega en contra a la hora de calcularle al atardecer, encima tenemos la regulación esta desde la ciudad capital que nos adelanta una hora. Y no le digo si tomamos en cuenta que el huso horario de Buenos Aires se acaba a la altura de Chivilcoy, como siempre cuenta el amigo Popey, ahí ya estamos completamente fregados, Pelado, vaya y tome la merienda al mediodía, porque no le va alcanzar el día después para acertarle a cenar a una hora cristiana. Y los pobres bañistas la tienen más negra que nosotros, Cárdenas. Porque una cosa es no atinarle a la hora de la cena y terminar comiendo el postre en medio de la trasnoche, pero otra muy distinta es caer a la playa creyendo que el sol está más tranquilo porque son las cuatro de la tarde, pero si uno hace cuentas al final están tirándose con la panza al aire a las dos del mediodía, y de ahí a las ampollas hay un solo paso, Pelado.
Es verdad, Cándido, yo no sé si ayudó tanto esto del cambio horario, porque será muy beneficioso para el control energético, pero si le descontamos la cantidad de nafta que usarán para ir hasta la salita de primeros auxilios, los litros de cremas postsolares y la carrada de improperios que se escuchan cada vez que uno los roza sin querer en el supermercado, ya con eso debe contrarrestar bastante el ahorro de electricidad. Es que nunca piensan en la plebe, Cárdenas, los números son fríos y tiranos, aunque la temperatura sea cada vez más agobiante; como el otro día, que veía el pronóstico para Buenos Aires, en vez de decir que iba a estar caluroso, o soleado, directamente decía “sofocante”; ya no se andan con chiquitas los pronosticadores estos, dentro de poco van a poner, “guarda la tosca que hoy se le van a hervir los pieses, se le van a hervir”.
Por suerte nosotros tenemos el mar cerquita, Cándido, uno si quiere va y se refresca en el golfo y le sigue dando, imagínese a los pobres cristos esos, en esa ciudad con tanto cemento, vidrio y ladrillos; lo único que tienen enfrente es el Río de la Plata, que si uno se llega a tirar lo sacan con más mutaciones que un pescado de Chernobyl. Pobre gente, ponen una fuente en una plaza y se le llena de párvulos como si fuera una colonia de vacaciones. Es que con esas sensaciones térmicas, Cárdenas, no hay agua que alcance, si ayer estuve leyendo que tienen todos los servicios técnicos de los aire acondicionados congestionados, ya no se conforman con tener congestionadas las autopistas, dentro de poco le van a hacer un piquete a Siemmens para que entregue ventiladores gratis. No debe ser fácil, Pelado, andar caminando por ahí con más de cuarenta grados a la sombra, eso no es vida, le digo que no los envidio ni un poquito, dormir en Baires debe ser como revivir las plagas bíblicas, no tendrán langostas, pero las bandadas de mosquitos no le andan muy lejos.
Entonces, Cándido, ese de la espalda quemada tan mal no estaba, digo, que debe arder, pero con pomada se cura. Lo de Buenos Aires también, Cárdenas, el asunto es pegarle al diagnóstico, porque el remedio es uno sólo y lo venden en la terminal de Retiro.

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