PERDONAR PARA SANAR

Dra.Patricia AsencioDra.Patricia Chambón de Asencio
(patriciaasencio@gmail.com)

“El perdón libera el alma, hace desaparecer el miedo. Por eso el perdón es un arma tan potente”.
– Nelson Mandela –

abrazo_21Perdonar significa soltar energías que quedaron ancladas en el pasado. Es liberar una valiosa cantidad de energía que está siendo destinada para recordar y hacer vibrar en nuestro corazón una y otra vez, el daño que nos hicieron. Esto implica un gasto energético tremendo. Es lo que comúnmente se conoce como re-sentimiento y como la palabra lo dice, re-sentir es volver a sentir una y otra vez lo que nos dañó. Este resentimiento nos lleva a prolongar el sufrimiento, nos llena de veneno emocional y es más dañino que la experiencia misma que nos provocó el dolor. ¿Por qué insistimos entonces en recordar lo que nos hizo daño?

Hoy podemos responder esta pregunta gracias al estudio de la función cerebral. Existen circuitos neuronales que se activan y segregan determinadas sustancias llamados “neurotransmisores” con cada emoción que tenemos. Es el caso de la serotonina, neuro transmisor antidepresivo, que aumenta su nivel cuando tenemos actos de amabilidad o cuando observamos escenas que transmiten bienestar. De la misma forma se segregan determinados neurotransmisores cada vez que recordamos una experiencia vivida o volvemos a relatarla. Cada vez que recordamos, reactualizamos esa vivencia y afianzamos ese circuito neuronal, haciendo que se reproduzcan los mismos neurotransmisores.

Este mecanismo explicaría por qué se genera entonces esta necesidad de recordar y repetir la experiencia: al no perdonar, no olvido y sigo alimentando estos circuitos en mi cerebro. Esto a su vez condiciona la percepción, es decir la forma de ver la realidad, que se centra en los hechos similares al hecho traumático inicial. Se viven entonces situaciones que confirman esta forma de ver la realidad. Con lo que se confirma la “profecía autocumplida”. Este círculo vicioso, trae aparejado cambios en la química del cuerpo, alterándose el normal funcionamiento del sistema inmunológico y la consecuente aparición de la enfermedad.

A veces, en circunstancias donde el dolor es muy grande, aparecen mecanismos de defensa sostenidos por emociones como la ira, el enojo, la tristeza o la desconfianza que nos llevan a descargar en el otro ese malestar que sentimos. Esto produce cierto alivio en un primer momento, pero en el fondo, es una trampa ya que nos deja en un lugar pasivo, donde nuestro bienestar está en manos del otro, de lo que el otro haga o deje de hacer. Esta forma de ver la realidad nos convierte en víctimas de las circunstancias.

Para dejar de ser víctimas tenemos que transformarnos en protagonistas de nuestra vida, adoptar una posición activa frente a las circunstancias lo que nos permitirá re-significar nuestras experiencias. Esto implica volver la mirada hacia nosotros mismos y preguntarnos para qué me sirve a mí este dolor…. ¿qué me enseña? ¿qué capacidades me obliga a desarrollar? Entonces, nos apropiamos de la experiencia en sí misma y le damos un significado propio. De esta manera podemos transcender el sentido de lo justo o injusto e ir más allá hacia el significado verdadero de lo que nos pasa.

Aprender a perdonar, lleva su tiempo. Sobre todo lleva tiempo incorporar el perdón como un hábito de vida para poder trascender el juicio que nos hizo condenar determinada situación. Por esta razón es que para sanar física y emocionalmente tenemos que dejar de culparnos o culpar a alguien por lo que nos sucede. Así, al perdonar, provocamos un salto de conciencia. Cambiamos la forma de ver el mundo y podemos relacionarnos de otra manera con nuestro dolor, enfermedad, herida o pérdida. Desde esta visión distinta de nosotros mismos y de nuestra realidad, todo lo que acontece tiene un significado propio y valioso. Hemos entrado en otro estado de conciencia.

Para entender los distintos niveles de conciencia en los que nos movemos tenemos que saber que partimos de un nivel básico: el del Ego (o de la personalidad) donde nos vemos como individuos separados del resto y de lo que deseamos. Por lo tanto tenemos que luchar y competir para conseguir eso que queremos. Todo el tiempo estamos comparando y haciendo juicios de todo. El éxito nunca es suficiente. La paz es imposible.

El siguiente nivel es el de la conciencia grupal: el clan, la familia, el club, el partido político o la religión. La conciencia es más amplía pero sigue siendo separatista. En este nivel se originan las luchas ideológicas, la segregación racial, las guerras santas. Todas las guerras.

Por último, existe un tercer nivel de conciencia Universal al cual hoy la Humanidad está accediendo. En este nivel no hay separación, todo se integra. Somos parte conciente del Todo. No enjuiciamos, no actuamos desde el miedo. Se trasciende la ilusión de estar separados y se tiene la evidencia de que estamos todos conectados. Todos somos Uno.

El perdón nos conecta con este nivel de conciencia donde encontramos la paz con nosotros mismos y con el mundo. Estamos en paz con lo que nos sucede y aceptamos todas nuestras experiencias para transformarlas en mejores posibilidades de vida. Para poder sanar.

..//

ÚLTIMAS NOTICIAS