ENTREVISTA EXCLUSIVA AL ESPECIALISTA EN AGROECOLOGÍA Y DESARROLLO RURAL SUSTENTABLE, WALTER PENGUE

“La política pública debe ordenar el territorio argentino”

4REGEn la interrelación entre agricultura, medioambiente y economía, centra su análisis. Economía Ecológica, saqueo de la naturaleza, seguridad y soberanía alimentaria, son términos presentes en sus últimos cuatro libros y en sus numerosos artículos. Walter Pengue es ingeniero agrónomo, se especializó en genética vegetal y, con el tiempo, en diseño e implementación de políticas ambientales y territoriales. Es, además, doctor en Agroecología y Desarrollo Rural Sustentable. Desde hace más de 20 años, estudia los efectos de los cultivos transgénicos y de las transformaciones tecnológicas en el país y en América Latina.

Habla pausado y simple. Es el único argentino que integra el Panel Internacional de los Recursos, que forma parte del programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Coordina el área de Agricultura Sustentable del Grupo de Ecología del Paisaje y el Medio Ambiente de la UBA (GEPAMA). “Falta política pública para ordenar el territorio argentino”, expresa. Desmenuza conceptos relativamente nuevos como “agua y tierra virtual” y pone énfasis en la venta de tierras en la Patagonia.

P: –¿Qué vínculo existe entre la crisis alimentaria y la crisis económica internacional?

Por Mauro Fernándes

WP:-Lo que se enfrenta actualmente es una tormenta perfecta: la combinación entre la crisis financiera y económica, el cambio ambiental y climático global, y la crisis alimentaria, que tiene que ver más que nada con la llegada de nuevos actores económicos al mercado o al negocio de los alimentos. Desde 2008, los especuladores financieros abandonaron la tranquilidad de los bancos o de los sistemas convencionales de finanzas para incursionar en negocios vinculados a los recursos naturales, particularmente en el sector alimenticio. La presión financiera generó un juego especulativo porque ya no se demandó solo para la producción de alimentos, sino que también para la llegada de biocombustibles y biomateriales, además de alimentos para mascotas. Por supuesto, lo escaso vale más, y por lo tanto los primeros afectados fueron los países que tienen menor capacidad adquisitiva y recursos económicos para comprar alimentos cada vez  más caros. Esas cuestiones se dieron también en países europeos. Fue la clase media la que puso sobre la mesa el problema. Las personas en el mundo se preocupan con hipocresía por quienes viven en África, ya que no contabilizan que en ese continente se muere un chico cada cuatro segundos y que hay 34 países que tienen inseguridad alimentaria. La competencia por los alimentos produjo la llegada de nuevos actores sociales al mercado financiero. Hay a la vez una presión muy fuerte debido al aumento exponencial de la población en países como India y China, donde además se dieron cambios de hábitos alimenticios y de ascenso social (de rural a urbano). La gente se quiere pasar de la proteína vegetal a la animal, y esos cambios de hábitos de consumo generan consecuencias, entre las cuales se encuentra un aumento de los precios tanto de los granos como de los forrajes.

-¿Y en la Argentina?

-Es un país que tiene una disponibilidad importante de tierras para la producción. Hoy,  lamentablemente, eso se está manejando bastante mal porque se están expandiendo modelos productivos que se hacen insostenibles en algunas ecorregiones. El desconocimiento o no querer ver lo que está sucediendo en algunos sitios del país –como ser en ecorregiones como el Chaco, la Mesopotamia, el Espinal o el Monte-, pone de manifiesto una presión muy fuerte sobre los recursos. Además, al ser altos los precios internacionales por las materias primas, hay una competencia por la tierra, no ya necesariamente por la de buena calidad, sino la de mediana y hasta incluso mala. Esa situación genera los procesos de deforestación que se dan en el norte argentino, y que van acompañados por una migración forzada de los pueblos originarios y fundamentalmente de los campesinos. Los altos precios de la tierra dejan a los campesinos y agricultores familiares directamente fuera del negocio rural. La expulsión es de todos: indígenas y productores rurales.

 P: -Cuando habla de modelo de producción, ¿se refiere al sojero?

WP:-El modelo de rotación (trigo, soja, maíz) es una propuesta de la agricultura continua que se incorpora al uso de un paquete tecnológico que incluye trigo, soja, glifosato y siembra directa en la región pampeana, pero que también se extrapola a otras regiones. En el país hoy solo se piensa en producir más soja por los precios internacionales. No hay ordenamiento del territorio, que es un gran descalabro administrativo.

 P: -La soja ya ha llegado a algunos sitios de la Patagonia.

WP: -Se busca adaptar un sistema al modelo solo porque se puede resolver sobreexplotando con riego, es decir, con disponibilidad hídrica. Pero hay que pensar en los recursos de base que eso demanda. Un sustrato de suelo muy bajo, de muy mala calidad, va a requerir cada vez de más agua y energía para mantener el sistema de producción. La alternativa que se propone es aplicar cada vez más fertilizantes. Pan para hoy, y mucha hambre para mañana. Eso genera otros problemas: contaminación, degradación y pérdida de la estructura de suelos; y ciertamente sobre suelos lábiles,  voladuras de campos. La mala administración de un recurso puede conducir en un sistema muy lábil o muy sensible, como lo es el patagónico, a un incremento de la intensificación de los procesos relacionados a la erosión y, finalmente, al peor de los escenarios: la desertificación.

 -En el país, hay denuncias realizadas por investigadores y pobladores sobre el uso de agroquímicos. ¿Cuál es su posición?

WP: -Eso es algo que hay que mirar, a la luz del cambio tecnológico intensivo que hemos tenido. La Argentina fue históricamente un país de bajo nivel de insumos o de carga de agroquímicos hasta la década de los noventa, cuando se intensificó la agricultura industrial. El problema es el paquete tecnológico que se utiliza, es decir, no solo de herbicidas, como el glifosato, sino un conjunto mayor de agroquímicos como ser insecticidas, fungicidas, nematicidas y fertilizantes. Hoy se usa un “cóctel agroquímico, que antes no se utilizaba”. Al valer tanto la tierra, quienes deben administrar los recursos y el uso del territorio se olvidan que fumigar en las áreas cercanas a pueblos y ciudades no es lo mismo que hacerlo en pleno campo. Lamentablemente, las poblaciones ribereñas a los sectores rurales están recibiendo esa carga. Eso antes no sucedía, y por lo tanto se requiere de más información vinculada a los impactos de salud que ese tipo de emprendimientos puede llegar a generar. Todavía esa información no está bien clara, pero mientras tanto se sigue fumigando. Debería primar el principio de prudencia.

 -Usted viene investigando desde hace más de 20 años sobre la soja. ¿Qué balance hace de ese cultivo? ¿Cuáles son sus beneficios?

WP: -Hay consecuencias positivas vinculadas al dinero que deja para algunos agricultores. Pero, también hay productores que ya no puedan acceder a la tierra. Se hace imposible entrar al sistema por una cuestión de costos. Algunos son expulsados de sus tierras por la competencia, lo cual quizá no sea vea tanto en la región pampeana pero si en otras partes del país. Y hay consecuencias ecológicas vinculadas a los procesos de deforestación. Además, hay un aumento del cóctel de agroquímicos, que hace que en Argentina crezca el índice de riesgo ambiental relativo. Desde el norte argentino hasta la región pampeana, hay consecuencias relacionadas con la aparición de malezas tolerantes y resistentes a la intensidad del glifosato. Se utilizan entonces otros agentes herbicidas -con costos muy altos para los agricultores- para controlar ahora a las malezas. Hay una oferta tecnológica que sigue insistiendo con el uso del glifosato y de la soja transgénica. Si bien se da una acumulación de fondos, se está fallando en la administración y ordenamiento del territorio. Lo de la soja es como la fiebre del oro en otros tiempos. No va a quedar nada si se sigue corriendo detrás del dinero. Basta ahora con mirar a las mineras y ver los pasivos que  han dejado. Hay que hacer las cosas mejor, con más ciencia, más tecnología, más conciencia y responsabilidad, y control de un Estado que hoy está ausente.

 P: -La actividad minera también se expandió desde los noventa hasta la fecha en el país, según puede verse en los informes de la Secretaría de Minería de la Nación.

WP: -Sí. El problema no es la minería, sino la megaminería. Las sociedades modernas necesitan minerales y metales. La cuestión está en esa idea loca que se permite en la Argentina, y otros pocos países del mundo, de licuar una montaña para extraer algún producto. Todo pasa por la mala explotación del recurso, y la degradación ambiental que eso deja. La megaminería, en la escala de sobreexplotación actual, transforma el paisaje, degrada lugares y hace que sectores como la producción agrícola, la pecuaria y el turismo se vean desalentados. No trae beneficios locales ni regionales. Es mucho más dañina que la agricultura intensiva.

 -Usted en algunos de sus escritos habla de dos conceptos: agua y suelo virtual. ¿En qué consisten?

WP: -En el suelo hay una caja de ahorros que tiene billetes; son los nutrientes: calcio, magnesio, nitrógeno, fósforo, potasio y otros más. Cuando se coloca un cultivo sobre un campo, se extraen nutrientes que se van cuando el producto agrícola se exporta. Se trata de un intangible ambiental que las personas no perciben pero que deja vacío el suelo, si no se hace un buen manejo, una buena administración de ese recurso. Además de las millones de toneladas de granos también se quita tierra. Cuando esa tierra se maneja en un circuito mundial de producción de alimentos, los granos que se sacan en la región pampeana se mandan a China, por ejemplo. Eso altera el ciclo biogeoquímico de los nutrientes. En el mediano plazo, en Argentina se va a agotar esa caja de ahorros del suelo, y la única forma de compensar esa mala práctica de manejo va a ser con fertilizantes sintéticos.

 -¿Y el agua virtual?

WP: -Es lo mismo. Para la producción de una tonelada de soja, se necesita de grandes cantidades de agua. Los actores del negocio de la economía pagan por el producto, pero no por los recursos involucrados, como ser el suelo o el agua. El producto es enviado a países que son secos en agua, como ser Arabia o China. Pero, ¿cuánta agua hubieran necesitado esos estados para esa misma producción en sus propios territorios? Eso justamente no es reconocido en ningún cálculo ambiental o económico.

 -¿Se benefician unos países y otros no tanto?

WP: -Exactamente.

¿Son términos relativamente nuevos?

WP: -El concepto de agua virtual tiene 10 años, y fue desarrollado por el doctor John Anthony Allan, del London College. Y el término de suelo virtual lo he elaborado personalmente, y ha sido tomado por el Panel Internacional de los Recursos, además de que esa idea fue publicada, en uno de mis libros, Fundamentos de Economía Ecológica.

 -¿En qué tipo de actividades se aplica fundamentalmente el concepto de agua virtual?

WP: -Hoy en día, hay una intensificación muy fuerte del uso del agua. Las industrias húmedas, como ser las de bebidas de cola, de producción de cerveza o de vinos, no están reconociendo la importancia del agua virtual en sus cálculos. En un mundo que para el 2030 tiene un puente roto entre la oferta y la demanda de agua dulce mundial en un 60 por ciento, la administración del recurso hídrico se hace vital. Si a eso se le suma que a nivel global ya prácticamente no quedan tierras para distintas fuentes, la situación se torna aún más crítica. La población mundial además sigue creciendo. Si el recurso hídrico estuviera bien utilizado, no habría limitantes.

 -En la Patagonia, ¿qué fenómenos deben ser analizados, evaluados?

WP: -Hay escenarios que como producto del cambio climático se vinculan a los recursos. La menor disponibilidad hídrica particularmente de algunos glaciares o el retroceso de los campos de hielo en el sur del país, es preocupante porque se trata de agua dulce. Eso requiere de una necesaria y rápida administración y gestión de ese recurso. Además, la Patagonia tiene suelos sensibles. En esa región hay que conocer bien los recursos y la utilización que se les da. Las universidades, junto a los institutos de investigación, tienen una responsabilidad ineludible. Pero, para eso se debe apoyar a los investigadores y científicos locales para que puedan llevar adelante los estudios de utilidad socioeconómica y ecológica para la región.

 -En la región patagónica, hay espacios semivacíos, ¿qué tipo de intereses geopolíticos hay en juego?

WP: -En 2008, publiqué un libro que se llamó La apropiación y el saqueo de la naturaleza. En esa obra hay capítulos sobre la Patagonia. Lo que hay que tener en cuenta, y esto es una ley de oro en la geopolítica, es que no existen los territorios vacíos porque en realidad se ocupan. Lamentablemente, lo que se está haciendo en la Patagonia es un vaciamiento del territorio, al igual que en otras partes del país. Al analizar la venta de tierras, uno se da cuenta porqué se vacían esos territorios, en lugar de apoyar a la permanencia de personas en esos lugares. Se necesita política pública, de apoyo al desarrollo e instalación de pueblos de la Patagonia. Hace unos cuantos años atrás, se hablaba de que gobernar era poblar. ¿Por qué no están poblando “bien” la región?

 -Lo que relata sobre la Patagonia, y otras zonas del país, se da también en otras partes del mundo, ¿no?

WP: -América Latina, África, algunos países de Asia y Australia son las últimas fronteras de tierra que quedan. Los países más desarrollados, Europa, Estados Unidos y especialmente Canadá, están mejorando la protección de sus suelos, mientras al mismo tiempo se expanden en otros sitios para acaparar más tierras. Mientras unos se hacen más ambientalmente amigables, otros degradan sus territorios a través de la deforestación.  Eso se debe a la presión de los mercados.

 

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