HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

Los sapos crudos son muy buenos para el constipado

El otro día convencí a un amigo para ir a ver una pelea de box. Bueno, más que una pelea, fueron como siete, una de ellas de mujeres y todo. Pero qué quiere que le diga, a las féminas las sigo prefiriendo con polleras y sonrisa amable, y no porque uno sea demasiado chauvinista, sólo lo necesario, sino que ver darse castañazos a dos señoritas sigue siendo un poco sorprendente, para usar una expresión conciliadora. Aunque a decir verdad también es como muy sanguíneo presenciar a dos púgiles que, sean del sexo que sean, se la pasan a los mamporros entre cuatro cuerdas frente a uno, que impávido, excitado, desaforado o indiferente, sigue cada uno de los movimientos. Es que convengamos que el box es uno de los deportes más viejos y más controvertidos, hay quienes lo defienden a rajatabla como una de las competencias deportivas más tradicionales y otros, un poco menos afables, lo nivelan con las peores demostraciones de la violencia humana. Y usted, querido lector, ¿qué piensa?

Por Javier Arias

Lo que sí es evidente es la influencia que tienen estas lides en los hematomas faciales de unos cuantos sopapeados, rostros tan receptivos a los mamporros como a los churrascos jugosos. ¿Vió que la sabiduría popular siempre recomienda un buen cacho de carne para el ojo morado? ¿Y eso a qué viene?
En toda película que se precie, a un dócil muchachito con el ojo mocho le corresponde en forma directamente proporcional una señorita con un bistec crudo, pronto para estampárselo fresquito sobre el porrazo. Aunque nunca se vea cuando la grasa vacuna entra en la pupila, generando una inflamación que ni el hospital Santa Lucía te la cura.
Pero para desasnarnos y buscando una docta respuesta siempre viene bien hablar con los que saben, y este sería el caso del canadiense Flip Homansky, quien tras ver infinidad de ojos morados de diferentes calibres en su trabajo para la Comisión Atlética del Estado de Nevada, que regula los combates de boxeo de las Vegas asegura que “el único mérito médico que podría tener es si se tratara de un bistec frío. El frío disminuirá la hinchazón, pero no hay ninguna enzima o cualquier otra cosa en el bistec crudo que ayude de otra forma». O sea, no es la carne, sino la temperatura la que ayuda al boxeador de ayer y de hoy. Es más, la ventaja del querido churrasco sobre los cubitos es que puede adaptarse a la forma del ojo, aunque una solución más barata, y menos favorable para las bacterias, bien podría ser una bolsa de arvejas congeladas, pero, a decir verdad, no quedaría muy cinematográfico el Johny de turno con cuarenta arvejas sobre el ojo, ¿no?
¿Y lo de ponerle manteca a las quemaduras? Personalmente siempre me sorprendió esta manía tan poco sanitaria de andar untándole mantequilla a la mano quemada, cual fuera una tostada recién servida en el desayuno. Siempre me sonó más a una fritanga de barrio que a pócima medicinal. Y es justamente un médico de emergencias de la Clínica Gundersen en La Crosse, Wisconsin –diga sino consigo impresionantes e irrefutables declaraciones académicas-, Ben Wedro, quien viene a darme la razón y afirmar, de manera categórica, que ponerle manteca o cualquier otro tipo de grasa sobre una quemadura puede atrapar el calor, causando cicatrices y conduciendo a una infección. “Cuando usted se quema, daña la integridad de la piel y la mantequilla no es precisamente la cosa más limpia del mundo”, dice el bueno de Ben. Por otra parte, el impulso de mojar la quemadura en agua con hielo tampoco tiene ninguna base. El cambio drástico de temperatura puede causar aún más dolor. En lugar de eso, lo mejor es usar agua fría para aliviar y limpiar la zona.
Así que ya sabe, si algún marido celoso le dejó el ojo como una calabaza disfrazada de Halloween, no vaya a una carnicería, lo mejor sería un hospital. Y si encima aseguró que usted por ese amigo metía las manos en el fuego y justo le viene a tocar un amigo falluto y se termina escaldando los diez deditos, tampoco ande preguntando por el primer almacén y busque mejor una farmacia. Que las abuelas uno las quiere para que nos cuenten cuentos y nos arropen en la cama, pero cuando de medicina se trata, siempre son mejor los diplomados, ¿no?

Por Javier Arias – javierarias@eldigito.com

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